La mayoría de los colombianos solemos encender velas en la víspera del día de la Inmaculada Concepción. Sin embargo, su práctica supera los límites religiosos y hunde sus raíces en las tradiciones navideñas de origen occidental que unen a Colombia con el resto del mundo.
Los franciscanos y la Navidad
Para nadie es un secreto que las celebraciones navideñas fueron introducidas en América a partir del siglo XVI por la Iglesia católica y, en especial, por las órdenes religiosas. Los franciscanos, que junto con los dominicos fueron los primeros en arribar al territorio de la actual Colombia, traían como parte de su bagaje cultural el fuerte arraigo que el fundador de la orden le había dado a la Navidad.
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Villancicos, pesebres y luces poco a poco fueron incorporándose a las prácticas cotidianas de los neogranadinos, al punto en que las representaciones del Belén llegaron a ocupar toda una habitación. Estos pesebres fueron producto de la idea que tuvo san Francisco de Asís en el siglo XIII de representar el nacimiento de Jesús usando actores. Luego, para inmortalizar el momento, se empezaron a edificar figuras talladas en madera u otros materiales, aunque en Greccio, Italia, se continúa con la tradición de hacer pesebres andantes.
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Programar Televisión (Productor). (1995). Noticiero de las siete N7. [Informativo y de opinión]. [Alumbrados navideños en Roma]. Colombia: Programar Televisión. Archivo Señal Memoria, BTCX60-064077.
Sin embargo, los franciscanos no solo introdujeron en América el fervor por el pesebre, sino que también jugaron un rol trascendental en la devoción a la Inmaculada Concepción. Distinto a lo que muchos creen, cuando se habla de la Virgen Inmaculada se está haciendo alusión al hecho de que María fue concebida sin pecado, es decir, que sus padres san Joaquín y santa Ana no tuvieron contacto sexual para procrearla.
Esta postura teológica fue rechazada tajantemente por los dominicos y otros cristianos hasta que en 1854, el papa Pío IX declaró la concepción sin pecado de la Virgen como dogma de la Iglesia católica. Sin embargo, mucho antes de eso, la devoción y creencia se habían arraigado con tal fuerza en el territorio de la actual Colombia, que el primer convento femenino en instalarse en la entonces Santafé fue el de las Concepcionistas. De ahí que en la víspera de su día los colombianos decidieron iluminar sus calles y aceras con velas, velones y faroles, tal como lo explicó el sacerdote Juan de Jesús Anaya en la serie documental La Chiva, dirigido y presentado por Elvia Lucía Dávila.
Acevedo, Claudia (Productora). (1998). La Chiva. [serie documental]. [Día de las velitas, Inmaculada Concepción]. Colombia: Televideo para Señal Colombia. Archivo Señal Memoria, BTCX60-009692.
El sincretismo, que se produjo luego de la convergencia de indígenas, europeos y africanos en el territorio, permitió que la celebración de la Virgen Inmaculada superara los rituales católicos occidentales e incluyera elementos paganos que han ido nutriendo sus festejos, tal como ocurre en Guapi, Cauca, un municipio fundado precisamente un 8 de diciembre de 1772, lo que ha hecho que la Inmaculada sea para ellos más que una escultura devocional.
Los guapireños complementan la celebración de la Virgen Inmaculada, que para ellos es “La Purísima”, con cánticos y arrullos propios de los ritmos del Pacífico, haciendo de esta fiesta una demostración de la cultura afrodescendiente que impera en nuestro país.
Peláez, Ana María (Productora). Aguado, Marino (Director). (2006). Festivaliando. [serie documental]. [Fiestas por la patrona de Guapi : la Purísima]. Colombia: Señal Colombia. Archivo Señal Memoria, BTCX60-060816.
Si bien en todos los países del mundo donde se celebra la Navidad se encienden luces en homenaje al nacimiento de Jesús para simbolizar la llegada de la luz a la tierra; en Colombia, dicha tradición está más vinculada a la Virgen y su concepción inmaculada. Aunque con Ecuador compartimos el rito de la novena, solo en Colombia se encienden velas en la víspera del 8 de diciembre, ya no solo como acto de fe, sino también como una tradición cultural muy enraizada que hace que incluso los no creyentes iluminen sus aceras y pórticos, como ritual de iniciación de las fiestas decembrinas.
Autora: VIviana Arce
