Al ganar el Premio Nobel de Literatura en 1990, el interés por la obra de este mexicano llegó a nuevos límites y formó parte de cátedras y estudios en diferentes centros educativos. En su discurso de agradecimiento por el Premio afirmó:
“La poesía está enamorada del instante y quiere revivirlo en un poema, fervor que cultivó a fuerza de metáforas en cientos de páginas para plasmar un latido sobre el río del lenguaje.”
La poesía de Octavio Paz
Para Paz, sus poesías y su trabajo “eran tantas como tantos lectores” tuviera; hecho que en la actualidad, debido al auge del centenario de su nacimiento, nos permite reafirmar su lugar como gran escritor del siglo XX.
De las actividades literarias en las que más se le reconoció, sin duda la poesía fue la más respetada por la crítica y los estudiosos. En ella se encuentra a Paz como un ser que, a través de la escritura, construye el testimonio de un sentir y un vivir en el que lo solemne, lo humano, lo erótico y lo supremo se entremezclan entre la sencillez y el acto poético en sí. La poética de Paz ha sido, además, situación de revisión permanente, más allá de la obra o el compromiso político que tuvo en vida.
Los primeros años
Octavio Paz comenzó su trabajo poético desde muy joven. A la edad de 17 años publicó sus primeros poemas en la revista Barandal. En 1931, sus años formativos lo hicieron tomar a la poesía como una puerta de entrada para el erotismo, la noción de nación y la identidad mexicana, que se harían presentes a lo largo de su obra.
Su posterior viaje a la convulsionada España de la Guerra Civil le permitió entrar en contacto con los círculos intelectuales y conocer al poeta chileno Pablo Neruda. Sería este el comienzo de su militancia en el marxismo y de la escritura desaforada que, luego, se reunió en obras como Luna Silvestre (1933) y el poemario ¡No pasarán! (1936), que dedicó a la Guerra Civil Española.
Al año siguiente, dos publicaciones acapararon su tiempo: Raíz del hombre (1937) y Bajo tu clara sombra (1937). En los años cuarenta, se preparó en Estados Unidos como becario Guggenheim. Pero antes, hubo tiempo para que escribiera y publicara los textos: Entre la piedra y la flor (1941) y A la orilla del mundo (1942).
Después de la guerra y la diplomacia
Posteriormente, entró al servicio diplomático mexicano, formando parte de misiones en Francia e India. Esa fue una etapa de dedicación a los ensayos, elementos de gran importancia en su obra y prueba de su ojo crítico y conocimientos literarios y filosóficos, como lo son: Libertad bajo palabra (1949), El laberinto de la soledad (1950), “¿Águila o sol?” (1951) y El arco y la lira (1955).
De nuevo, la poesía se presentó en los sesenta al publicar Libertad bajo palabra, un libro dividido en 5 secciones: “Bajo tu clara sombra”, “Calamidades y milagros”, “Semillas para un himno”, “¿Águila o sol?” y “La estación violenta”, que incluye el poema “Piedra de sol”.
Esta sería también una década en la que combinaría su trabajo con el servicio diplomático para publicar otros títulos poéticos como: Salamandra (1962), Blanco (1966, libro con múltiples formas de lectura), La centena (recopilación, 1969) y Ladera (1969).
Posición por Tlatelolco
Luego de su retiro de la diplomacia tras su discrepancia con el gobierno mexicano por los detalles de la Masacre de Tlatelolco (1968), Paz regresa a México donde combinó su trabajo literario con el trabajo en las revistas Plural y Vuelta, en las que dedicó con ahínco hacia los temas políticos nacionales y mundiales. Publicó en esos tiempo sus libros de poesía Pasado en claro (1975), Vuelta (1976) y Poemas 1935 - 1975 (1979)
Con su posterior trabajo en el servicio diplomático, la evolución de su obra pasa por la aparición de consideraciones filosóficas y lingüísticas que permitieron la confluencia, la influencia y la aproximación al surrealismo, al modernismo y al romanticismo.
Últimos años
En los ochenta, regresó al ensayo y con menor dedicación a la poesía. Publicó Árbol Adentro (1987) y El fuego de cada día (1989), una selección de su obra poética desde 1969.