Por: Ana María Lara
El arrayán es un árbol nativo que tiene la virtud de crecer en distintos lugares de la geografía colombiana. Sus hojas perennes lo hacen ver verde todo el año. Este fue, justamente, el árbol que plantó Antonio Nariño como símbolo de la libertad, el 29 de abril de 1813. Días antes, el 19 de abril, se había plantado otro árbol de la libertad en la ciudad de Honda.
La tradición de plantar árboles fue heredada de la Revolución Francesa; es decir de una revolución de la cual se esperaba morder un delicioso fruto: la libertad. Sembrando un árbol en la Plaza mayor, Nariño demostraba su cercanía con los ideales de aquella revolución que tanto asustaron a la aristocracia y que en América contribuyeron a poner en entredicho el poder de España en las colonias. No en vano, una vez plantado el árbol fue adornado con el gorro frigio, pieza que había caracterizado la manera de vestir de los sans culotes, aquellos combatientes surgidos del pueblo raso que exigieron igualdad e libertad y a quienes se les ve como artífices del paso del rey Luis XVI por la guillotina.
El árbol de la libertad
Según relatan los diarios y memorias de algunos personajes que asistieron al evento, como el sastre José María Caballero o el pintor José María Espinosa, ese día…
“ (…)nos acompañaba un francés Bailly (…) quien tenía a su servicio un negro de corta edad y siempre que éste iba al cuartel a buscar a su amo, los soldados le decían en burla: `¿por qué no matas a tu amo, que es un judío? Ya todos somos libres e iguales, la esclavitud se ha acabado, y pronto se plantará en la plaza el árbol de la libertad´. El negrito, a fuerza de oír repetir esta broma, la tomó a lo serio, y una noche que su amo volvía a casa, al llamar al portón salió a abrirle armado con una espada, y al entrar le atravesó el estómago con ella. Se prendió, en el acto, a este infeliz, que en verdad no tenía defensa posible, pues no era tan niño que supiese lo que hacía y cometió un homicidio premeditado; se le siguió el juicio y fue condenado a muerte. El mismo día que se plantaba solemnemente el árbol de la libertad en la plaza mayor de Santafé, salió el negro al patíbulo: contraste elocuente y muy significativo (…) José María Espinosa. Memorias de un Abanderado. P. 44.
Desde entonces y a pesar de las paradojas como las que se vivieron el 29 de abril de 1809, en Colombia sigue viva la tradición de plantar árboles de la libertad. En Gigante, Huila, José Hilario López plantó una ceiba cuando decretó la abolición de la esclavitud durante su mandato presidencial (1849 - 1953). El pasado 19 de junio de 2009 se inauguró el bosque de la Libertad en el Parque de la Independencia, con once palmas de cera, como un homenaje a los 11 diputados que fueron asesinados por las FARC.