Ausencia de la Guitarra Clásica en Colombia entre los siglos XIX y XX | Señal Memoria

Publicado el Sáb, 22/06/2013 - 12:01
Ausencia de la Guitarra Clásica en Colombia entre los siglos XIX y XX

Dos factores primordiales al momento de abordar el estado de la música en Colombia durante la segunda mitad de siglo XIX, son el nacimiento de la noción de música nacional relacionada con expresiones musicales populares/tradicionales; y ya para 1882 el surgimiento de la Academia Nacional de Música como modelo de institución educativa, con planes de estudio enfocados en la profesionalización. Por contraste con la labor desarrollada en los años centrales del XIX, hacia el final del siglo “se requería un cambio radical en el enfoque de la Sociedad Filarmónica [de Conciertos]: había que profesionalizar a los músicos y crear instituciones educativas para salir del nivel de diletantismo. Esto no habría de suceder sino hasta las postrimerías del siglo.”[1]

A diferencia del piano e instrumentos asociados a la instrumentación sinfónica y de banda, en el contexto colombiano la guitarra no tomó parte de este proceso de profesionalización.La Academia Nacional de Música fue fundada por Jorge Wilson Price (1853-1953), hijo de Henry Price (1819-1863), comerciante inglés radicado en Bogotá desde 1843. Henry Price fue músico y fundador a su vez de la mencionada Sociedad Filarmónica de Conciertos; hizo parte del grupo de extranjeros migrantes que tuvieron como propósito recrear las condiciones culturales de sus países de origen, en la medida que lo permitió el contexto local colombiano.

A su turno, Jorge Price retomó las banderas que tuvo la generación de migrantes de su padre. Pero en ese contexto de finales del siglo XIX, para el caso de la guitarra en Colombia, es elocuente el contraste con países como Argentina donde la oleada de inmigraciones europeas trajo consigo aquellos rudimentos de lo que hoy se denomina como “guitarra clásica”. Así, a la par con las prácticas musicales de índole popular/tradicional presentes en Colombia, el país del sur tuvo adicionalmente, en sus clases encumbradas, un desarrollo de técnicas propias de la guitarra moderna como instrumento solista.

Dicho desarrollo se dio “bajo el signo de las tradiciones para guitarra imperantes en Europa, principalmente la hispana de Sor y Aguado y la italiana de [Ferdinando] Carulli [1770-1841] y [Mateo] Carcassi [1792-1853]. Ambas llegaron al Río de la Plata durante los años tempranos de la vida independiente, como consecuencia de las políticas culturales de inspiración liberal esgrimidas por los primeros gobiernos patrios. Arribaron entonces varios músicos profesionales, entre ellos los italianos Esteban Massini [1778-1838] y Virgilio Rebaglio quienes posiblemente hayan sido los introductores de la obra de Carulli y Carcassi… las primeras referencias conocidas acerca de la obra de Sor y Aguado en el Río de la Plata datan de 1830…

…La tradición académica recibió un nuevo impulso hacia la segunda mitad del s. XIX, a partir de la actuación de un grupo de guitarristas españoles emigrados entre 1850 y 1893, entre ellos Gaspar Sagreras [1838-1901], Carlos García Tolsa [1858-1905] y Antonio Jiménez Manjón [1866-1919].”[2]

Distante de esa modalidad, en Colombia la guitarra no se vincula a los desarrollos del contexto académico musical, ni en las postrimerías del siglo XIX, ni en los albores del XX cuando en 1905, con ánimos remozados, la Academia Nacional de Música reabre sus puertas, luego de haber clausurado el servicio en 1899, por la Guerra de los Mil Días. Por medio de la institución, la cultura musical bogotana obtiene el mayor desarrollo hasta ese punto de su historia, de cara al establecimiento de metodologías pedagógicas planteadas con base en modelos extranjeros que se adaptaron al ambiguo entorno local. Con una frontera  difusa entre lo “clásico” y lo popular, se bebe aún del romanticismo decimonónico y desde allí se alimenta el espíritu nacionalista[3].

 

El siglo XX

Entrado el siglo XX la Academia se transforma en el ya centenario Conservatorio Nacional de Música, regentado desde su momento inaugural en 1910 por el compositor Guillermo Uribe Holguín (1880-1971), quien a pesar de haber sido consciente, como se verá, de las posibilidades de la guitarra como instrumento solista, tampoco le dio cabida en la institución mientras estuvo al frente, primero hasta 1935, y luego en años centrales de la década de 1940, cuando por ejemplo, el influyente guitarrista español Regino Sainz de la Maza (1896-1981) alcanzó una plaza numeraria en el Conservatorio de Madrid, donde ejercía labores desde una década atrás[4].

Ya desde los años finales del siglo XIX, con la destacada labor de Pedro Morales Pino (1863-1926) y la generación de compositores activos en torno a la celebración del primer centenario de la independencia, la guitarra e instrumentos afines en su historia como el tiple y la bandola, fueron vinculados de lleno a la noción de músicas nacionales, como instrumentos esenciales del canon instrumental de tríos y estudiantinas.

“En esos años [1880-1930], la sociedad y la cultura de las diferentes zonas del país estuvieron sujetas a un traumático proceso de cambio entre las pautas de organización social y cultural campesinas heredadas de la larga dominación colonial y la urbanización, desarrollo de nuevos sistemas de producción y el establecimiento de mercados y la construcción de una cultura urbana, todo lo cual era parte de un proceso global que tenía como objetivo fundamental incorporar al país en el mercado, la economía y la cultura internacionales.”[5]

La prosperidad económica y política que trajo consigo el siglo XX, fue el escenario para las discusiones que en el terreno musical se dieron entre aquellos propulsores del sentir nacionalista y la vertiente contraria, liderada por Uribe Holguín desde el Conservatorio. Los análisis de las publicaciones periódicas del momento, vitrina principal de ese debate, dan cuenta de los enfoques de lado y lado, además del contexto en el que se desarrollaron. Es el caso de “Mundo al día”, periódico que “surgió en medio de la prosperidad de los años veinte y cerró sus talleres al finalizar los años treinta en una situación notablemente menos favorable. Sus páginas son un inventario de las profundas transformaciones de la sociedad colombiana en dicho periodo”[6].

“Mundo al día” ofreció a sus lectores una serie de partituras que reflejan el conducto dado al sentir popular y los desarrollos de la denominada “cultura de masas”. La música publicada es escrita en su mayoría sobre géneros de baile y su arraigo se vio reflejado en la grabación de algunas piezas, como parte de la promoción que en el mismo periodo tuvo la naciente comercialización discográfica con su base en los Estados Unidos y poco después en importantes ciudades del continente latinoamericano. Pero la guitarra, inherente en el medio colombiano a la cultura popular, estuvo ausente de esta iniciativa tendiente a la difusión por medio de la partitura.

La colección “Mundo al día” está enfocada primordialmente en la partitura para piano y la funcionalidad de dicho instrumento[7]. En este conjunto de partituras del temprano siglo XX la guitarra está ausente por completo. Y si bien muchas de las piezas allí publicadas hoy son consideradas “clásicos” de la música popular, lo que sugiere su asimilación en diversos conjuntos instrumentales y versiones que incluyeron la guitarra, en el medio colombiano la exploración y desarrollo de partituras para guitarra y, a partir de allí, el desarrollo de un lenguaje del instrumento concebido como solista, siguió comparativamente ausente, ya fuera en el ámbito popular o en el académico, como se ha visto.

 

La academia, su entorno y objetivos

Ya para el año 1935, ese contexto académico ha tenido el desarrollo suficiente como para que incluso su más visible figura, Uribe Holguín, sea fuertemente cuestionado por el enfoque dado al Conservatorio, lo que eventualmente produjo su retiro y sucesión en el cargo poco después por parte de Antonio María Valencia (1902-1952), quien fue su principal crítico desde la posición de Inspector de estudios del Conservatorio Nacional de Música, que el caleño ejerció hasta 1932. La renuncia de Uribe Holguín marca el inicio de un período algo inestable en el Conservatorio.

Desde el punto de vista administrativo, es el momento en que el gobierno nacional crea la Dirección de Bellas Artes, liderada por Gustavo Santos (1892 – 1967), quien asumió además la dirección del Conservatorio. En 1936 esta institución se integra, junto con la Escuela Nacional de Bellas Artes, a la Universidad Nacional de Colombia, momento a partir del cual Antonio M. Valencia asume la dirección. De la gestión de Santos en la Dirección de Bellas Artes, dependió también la formación en 1936 de la Orquesta Sinfónica Nacional, sobre la base de la experiencia que se traía con la Sociedad de Conciertos Sinfónicos del Conservatorio, que también dirigía Uribe Holguín.

Valencia duró solo un año en el cargo de director, el cual fue ocupado por Lucía Vásquez, pianista de formación francesa, a quien sucedió el músico Gustavo Escobar Larrazábal. Regresó Uribe Holguín a la dirección para dar paso a Lucía Pérez, Miguel Uribe y Santiago Velasco Llanos, quien cierra la primera mitad de siglo XX.  Con la década de 1950, tanto el Conservatorio como la Orquesta iniciaron una nueva etapa en la que se tuvo como propósito principal actualizar el entorno musical colombiano. Fue así como en el año 1952 llegaron al país el italiano Carlo Jachino (1887 – 1971), director del Conservatorio un año más tarde, y el estonio Olav Roots (1910 – 1974). El papel de Olav Roots como director de orquesta es inseparable de la evolución que tuvo la Orquesta Sinfónica de Colombia, forma en la que se denominó la agrupación musical justamente desde el 24 de noviembre de ese mismo 1952.

A la par con la Orquesta y el Conservatorio, en ese propósito cultural debe ubicarse  la labor adelantada en la programación de conciertos del Teatro de Cristóbal Colón, y el surgimiento en 1940 y desarrollo que durante las décadas siguientes tuvo la Radiodifusora Nacional de Colombia, entidad que se gestó también en buena medida por labor de Gustavo Santos[8]. Como hecho relevante, en lo que atañe al desarrollo del medio musical local y de la guitarra, para el año 1950 se tiene la presencia del guitarrista español Andrés Segovia (1893 – 1987) en Bogotá[9]. Cabe recordar que dentro del casi nulo repertorio para guitarra solista escrito en Colombia durante la primera mitad de siglo XX, se incluye la ‘Pequeña suite’, op. 80 No.1 que Uribe Holguín dedicó a Segovia, nunca interpretada por el guitarrista.

El influjo de Andrés Segovia en el ámbito local se reprodujo en dos importantes pedagogos autodidactas. Se trata de Alfonso Valdiri (Honda, Tolima, 1926 – Cali, 2003), en Cali, y Daniel Baquero Michelsen (1924), en Bogotá. Durante las décadas de 1950 y 1960 los dos influyeron en la formación de guitarristas que más tarde, con base en conceptos técnicos y teóricos de mayor solidez, dieron pasos certeros en la profesionalización del instrumento. Varios de sus estudiantes se incluyen en el disco Guitarra Clásica en la Radio Nacional de Colombia, 1968 - 1978

En ese marco de la década de 1950, la labor de la Radio Nacional puede verse a través de sus boletines de programación. El Boletín de Programas correspondiente al mes de febrero de 1959, se reprodujo el escrito titulado “Música Culta y Radio”, de Rodolfo Holzmann, publicado originalmente en el diario “El Comercio” de Lima, en octubre de 1958. Allí se elogia la labor de la Radiotelevisora Nacional, como se denominó la Radiodifusora desde 1955. En relación a la programación de música hoy denominada “clásica” o “erudita” se afirma: “Una de las estaciones modelo en este sentido lo es la Radiodifusora Nacional de Colombia, en Bogotá… La inclusión de la música contemporánea en la programación… es labor que se inició desde su fundación.”[10]

Reflexiones de esta naturaleza fueron recurrentes en el “Boletín de Programas”. Al avanzar un poco, para el año 1969, Julio Sánchez Reyes, responsable de la programación musical de la emisora, se expresa de forma análoga al convencimiento que tuvieron los músicos extranjeros que se radicaron en Bogotá cien años antes[11]: “No puede ignorarse, menos en países como el nuestro, el poder civilizador que ejerce la música en la vida del hombre… La Radio Nacional de Colombia ha tenido desde su comienzo, hace 29 años, un elevado concepto de su misión, y puede hablarse ya de la tradición de su conducta… se puede afirmar que la Radio Nacional ha sido divulgadora de cultura, especialmente de la musical.”[12]

Con estos propósitos, bajo coordinación del mismo Sánchez Reyes, se desarrolló durante las décadas de 1960 y 1970, la serie de programas titulada “El Recital de la Semana”, que con una duración de media hora, semanalmente transmitió grabaciones realizadas en los estudios de la Radio Nacional de Colombia, por músicos locales y visitantes extranjeros en gira de concierto. En la colección de cintas de “El Recital de la Semana” que se conserva en la Fonoteca de RTVC, están representados los más importantes intérpretes colombianos activos en la época mencionada.

Y es en ese conjunto de cintas, donde se vuelve a tener una noción clara del desarrollo que la guitarra tuvo en Colombia, en la línea de su interpretación solista, dentro de los cánones de repertorio y técnicas interpretativas relacionadas con lo que actualmente se denomina “guitarra clásica”. Si bien no se tiene certeza sobre las fechas de grabación, es probable que hayan sido cercanas a las fechas en que fueron emitidas, las cuales sí se anotaron en los libretos correspondientes.

El conjunto de grabaciones referido se compone de 32 cintas: quince corresponden a intérpretes solistas colombianos e incluyen emisiones realizadas entre el 3 de octubre de 1968, y el 11 de noviembre de 1977 (dos de las cintas de este grupo tienen igual contenido); siete corresponden a intérpretes solistas extranjeros e incluyen emisiones realizadas entre el 30 de julio de 1969, y el 27 de agosto de 1978; las nueve restantes corresponden a conjuntos de cámara (dos cuartetos de guitarras, dos duetos de guitarra, uno con percusión, un dueto de guitarra y flauta), cuyas emisiones van desde el 8 de septiembre de 1971, hasta el 26 de febrero de 1978.

 

José Perilla

 

[1] Ellie Anne Duque, ‘La cultura musical en Colombia, siglos XIX y XX’, Gran enciclopedia de Colombia, Vol.6, Bogotá, Círculo de Lectores, 1993, p. 220

[2] Melani Plesch, ‘Guitarra II. Argentina. 2’. Diccionario de la música española e hispanoamericana, vol. VI. Ed. Sociedad General de Autores y Editores, 2000, p. 113

[3] Tanto Egberto Bermúdez como Ellie Anne Duque han tratado en detalle el tema de la Academia Nacional de Música en las publicaciones citadas.

[4] Javier Suárez-Pajares, op.cit., p. 106. Allí se menciona también cómo en el Conservatorio Municipal de Barcelona, la cátedra de guitarra se  dictó desde 1894.

[5] Egberto Bermúdez, ‘La música campesina y popular en Colombia: 1880-1930’, Gaceta 32-33, Colcultura, abril de 1996, p.113

[6] Jaime Cortés Polanía, La música nacional popular colombiana en la colección Mundo al día (1924-1938). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Unibiblos, 2004, p.12

[7] Jaime Cortés Polanía, op.cit., p. 116

[8] Vicente Stamato, ‘Días de Radio’, Credencial Historia, ed. 186, Bogotá: junio 2005, p.7

[9] Ver: Archivo Guillermo Uribe Holguín – Catálogo Descriptivo. Documento MSS 772. Sala de Libros Raros y Manuscritos de la Biblioteca Luis Ángel Arango. En el número 2 del contenido del archivo se registra una carta con membrete del Hotel Tequendama de Bogotá, enviada por Segovia http://www.banrepcultural.org/sites/default/files/guillermo_uribe_holguin_.pdf

Hernando Caro Mendoza. ‘Los primeros conciertos’, Revista del Teatro Colón de Bogotá, Año II, No. 14, Mayo de 1953, pp. 8-10

[10] Rodolfo Hozmann, ‘Música culta y radio’, Boletín de Programas. Radiotelevisora Nacional de Colombia. Año XVIII, febrero de 1959, No. 175, pp. 46-47

[11] Egberto Bermúdez, ‘La música campesina…’ op.cit., p.114: “Un aspecto esencial en la actividad de estos extranjeros quienes al menos parcialmente, sirvieron de promotores de la actividad musical popular europea en nuestro país, era el convencimiento de parte suya de la función educativa, moral y formativa que la música cumplía en la sociedad. Esta convicción fue fundamental en el trabajo de Henry Price (1810-63)”.

[12] Julio Sánchez Reyes, ‘La radio como medio de divulgación musical’, Boletín de Programas. Instituto Nacional de Radio y Televisión – Inravisión. Radio Nacional de Colombia. Segunda Época, No.1, Nov. 1969, p.3

 
Fecha de publicación original Sáb, 22/06/2013 - 12:01