Por Luis Alfonso Rodríguez Norato
Cuando encontramos una mención o referencia a una ciudad perdida, la idea de un lugar fantástico, una leyenda o un relato imaginario surgen por lo general ligada a ella. Uno de estos lugares situado en nuestro país con el nombre de Ciudad Perdida de Falan, fue tan bien conocido en su momento que su ubicación y detalles eran del dominio de las cortes españolas al otro lado del océano Atlántico desde el siglo XVI.
Un poco más de 200 kilómetros separan a Bogotá de este histórico asentamiento ubicado al norte del departamento del Tolima, cerca a la población de Mariquita. Su pasado se remonta a finales del siglo XVI cuando las avanzadas conquistadoras de España se adentraron en la región con el objetivo de establecer “ciudades frontera” que permitieran la expansión del territorio del altiplano cundiboyacense y la explotación de posibles yacimientos metalíferos de oro y plata.
Dos ciudades fueron fundadas con tal objetivo, San Bonifacio de Ibagué del Valle de las Lanzas en 1550 y San Sebastián de Mariquita en 1551. Nuestra “ciudad perdida” surge entonces como lugar de explotación argentífera constituido como el Real de Minas de Santa Ana perteneciente a la Provincia de Mariquita.
Un real de minas era una demarcación territorial colonial española que operaba como distrito minero e incluía los sitios de extracción, los caminos, las fuentes de agua, la infraestructura, los asentamientos y todos los componentes necesarios para la explotación de metales preciosos. Particularmente el de Santa Ana se estableció en la quebrada Morales ubicada a 900 msnm, la cual, por su particular orografía y numerosas caídas de agua, proporcionaba las condiciones propicias para el lavado de materiales y la construcción de molinos necesarios para el proceso de explotación.
Santa Ana surge entonces como un poblado minero en manos de particulares autorizados por España hasta finales del siglo XVIII cuando la Corona misma asume su operación. Posteriormente a los procesos independentistas, las minas son dadas en concesión a los ingleses como parte de los acuerdos de financiación de la guerra por parte de Inglaterra. Presencia que perduró hasta bien entrado el siglo XX cuando se vincularon a la construcción y operación del cable aéreo Mariquita – Manizales. Para 1930 la población cambia de nombre por Falan en homenaje a uno de sus hijos ilustres, el ingeniero y poeta Diego Fallón Carrión.
En la actualidad las ruinas del real de minas forman parte de un sendero ecológico que inicia cerca del casco urbano de Falan alrededor de las caídas de agua de la Quebrada Morales. La importancia de lugar, más allá de los vestigios materiales de carácter patrimonial, radica en el testimonio de la presencia de tecnología e ideas científicas enfocadas a la extracción minera en territorios colombianos desde el siglo XVII. Muchas de las innovaciones de extracción y beneficio de los minerales llegaron de coterráneos americanos de Perú y México donde las minas del Potosí (actual Bolivia) y Zacatecas (México) fueron la fuente principal de la plata circulante en occidente durante varias décadas. De igual manera a finales del siglo XVIII, España decidió traer expertos de las escuelas de minas de Alemania para optimizar la explotación en el Virreinato de la Nueva Granada.
Señal Colombia llevó a las pantallas en 2011 una serie documental llamada Historia central producida y dirigida por Néstor Oliveros Machado, la cual contaba los relatos de poblaciones y ciudades colombianas desde la perspectiva de su arquitectura, su historia y las particularidades de las geografías locales.
Una de las poblaciones invitadas fue precisamente Mariquita, programa en el cual se muestran los vestigios de las minas de Santa Ana y su relación con la historia colonial y republicana de la región. La serie contó con 26 capítulos al aire y la presentación del arquitecto Alberto Escovar Wilson-White.