La guerra de Corea, que inició en 1950, fue el primer conflicto bélico de la Guerra Fría. Con Corea del Norte estaban China y la Unión Soviética; con Corea del Sur, Estados Unidos y las Naciones Unidas, que llamó a los Estados miembros a participar militarmente. Colombia fue el único país de América Latina en aceptar ese llamado. Así, el 16 de junio de 1951 llegó a Corea el Batallón Colombia, integrado por 5.000 soldados que desde la península enviaron cartas a sus familiares con mensajes de afecto y contándoles su situación.
En junio de 1950, tanques de Corea del Norte cruzaron la frontera y pasaron al territorio de Corea del Sur con el propósito de unificar la península bajo el gobierno comunista de Pyongyang. Así inició la guerra de Corea, primer conflicto bélico de la Guerra Fría. La Unión Soviética y China apoyaron militarmente al Norte, mientras que Estados Unidos hizo lo propio con el bando sur, buscando detener en Asia la expansión del comunismo.
La Organización de Naciones Unidas solicitó la ayuda militar de sus Estados miembros para contener a Corea del Norte. Y aunque países como Australia, Bélgica y Canadá respondieron al llamado, las naciones de América Latina se abstuvieron de participar más allá de lo humanitario o diplomático, al considerar el conflicto como una extensión de la confrontación entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
Al principio, la posición de Colombia fue similar a la del resto de la región. Era la época de la Violencia y la convulsión interna al parecer superaba lo que el país podía enfrentar. Aun así, el gobierno de Laureano Gómez terminó por aceptar el llamado y envió tres fragatas y un batallón de infantería integrado por cerca de 5.000 soldados. Tal era el Batallón Colombia. El nuestro fue el único país de América Latina en ir a la guerra.
Según el historiador David Bushnell, la decisión del presidente Gómez puede leerse como un intento de afianzar las relaciones diplomáticas con Estado Unidos y preparar el terreno para financiamientos futuros. Pero, sobre todo, debe entenderse como una manera de limpiar la imagen de Gómez, a la luz de la cual el presidente estaba de acuerdo con ideas nazistas y fascistas, lo que de una u otra manera lo había llevado a favorecer al Eje durante la Segunda Guerra Mundial.
Según dijo Juan Fernado Rodríguez, del Centro de Estudios Históricos del Ejército de Colombia, a la BBC, al momento de la partida había muchos soldados que no sabían a qué lugar se dirigían. Algunos creían que su destino era Crimea. Sea como fuere, luego de veinticinco días de navegación desde Buenaventura y tras recorrer 9.000 millas, el Batallón Colombia desembarcó en Busan, Corea del Sur, el 16 de junio de 1951, un día como hoy. Lucharon con valentía y fueron elogiados. Y, como es obvio, no dejaron de pensar en lo que habían dejado atrás.
Desde Corea los soldados del Batallón Colombia enviaron cartas a sus familias y a las personas que amaban, las cuales hacen parte de los archivos de Señal Memoria y se constituyen en una ventana a lo que sentían aquellos hombres inmersos en una guerra lejana, que no veían como suya. En las voces de estos soldados está la añoranza de volver a casa.
Una carta, fechada en Busan el 26 de junio de 1951, fue escrita para Sofía Rojas y enviada a Tuluá (Valle del Cauca). Ella era la madre de un soldado llamado Dubín. El hijo la saluda y le cuenta que está bien, que hace calor y frío, que ya viene el momento de entrar en batalla. Le pide que rece por él.
Saludos desde Corea - Batallón Colombia. Archivo Señal Memoria, CD9165.
Álvaro Román le escribió a su hermana, Josefina Román de Saavedra, en Bogotá. “Querida hermanita”, dice. Cuenta que está bien y manda saludos a sus padres y amigos.
El mayor Luis Leyva se dirige a su amigo el coronel Hernando Herrera, en Bogotá. A través de él saluda a toda su familia y amigos y pide que lo ayuden a que se regularice el envío de correspondencia para el Batallón Colombia.
La carta de Rómulo Olaya es para su hermana, que vive en el Huila. Él estaba bien, cuenta, y le expresa todo su cariño a ella y a los suyos. “Viva Colombia, querida patria mía”, escribe, lleno de patriotismo.
La guerra de Corea fue la primera ocasión para una operación militar del Ejército colombiano en el extranjero. El conflicto se constituye entonces en un punto de inflexión de las Fuerzas Armadas y en un hito importante en su proceso de profesionalización. Asimismo, la participación del Batallón Colombia en la guerra consolidó las relaciones diplomáticas entre Colombia y Corea, sólidas hasta el día de hoy. De hecho, Corea sostiene programas de ayuda para los veteranos y sus descendientes.
El 27 de julio de 1953, cuando se firmó el armisticio que puso fin a la guerra, habían muerto 139 soldados colombianos. Otros 428 fueron heridos y 69 desaparecieron. Fuentes distintas dicen que las cifras son superiores. Y aunque algunos de los efectivos volvieron a Colombia para seguir con una carrera que los llevaría a ocupar altos puestos en el Ejército, otros veteranos terminaron habitando en las calles y murieron en la miseria. La mayoría volvió para seguir luchando en los años de la Violencia, que continuaba con la insurrección de las guerrillas liberales. Regresaron a una guerra que se prolongó durante décadas y décadas.
Autor: Santiago Cembrano