Publicado el Vie, 20/12/2013 - 15:38
Crónicas acusmáticas de Transmilenio en ¿A qué suena Bogotá?
En los supervivientes de estos vehículos, se entremezclan la música seleccionada por el conductor, las conversaciones de los pasajeros, las voces de los músicos, vendedores y poetas que ofrecen sus productos e interpretan sus arreglos y creaciones, y una serie constante de arrancadas y frenazos súbitos, a los que sigue o precede el ir y venir de la puerta, que se abre y se cierra cada dos por tres.
De Transmilenio ha desaparecido la música, salvo la que escapa de los audífonos del dispositivo de algún pasajero. No han desaparecido los frenazos súbitos, aunque ahora solo se efectúan en las estaciones y no en dondequiera que alguien estire el brazo. Las ventanas de los buses de Transmileno son grandes y proporcionan un vista límpida de la ciudad. Pareciera que, por efecto de esos amplios marcos, la ciudad que contemplan los pasajeros se ordenara un poco. En Transmilenio, no suena el timbre que el impaciente viajero de los buses y busetas oprime en cualquier parte. Por consiguiente, las tensiones entre conductores y pasajeros han mermado o desaparecido. Ya no se oyen cosas como "pare ¿o es que me va a llevar hasta su casa?". Las paradas las anuncia una voz pregrabada a la que nadie increpa. Y con el conductor, casi nadie se mete.
Los vehículos se abordan en las estaciones, en cuyos suelos de metal o concreto percuten los pasos de los pasajeros, que pueden ser cientos o graneados, según la hora y el sitio. Como en los buses y busetas, en Transmilenio la gente habla, se cuenta sus cosas, recibe y hace llamadas, y todo el mundo las oye.
Con Transmilenio, los bogotanos han adoptado nuevas costumbres. Ya no esperan los buses en cualquier andén, sino en estaciones más o menos cerradas que albergan sus voces, su impaciencia o su calma. Hay horas tranquilas y horas convulsionadas. Horas muelles en que todo parece perfecto y muy civilizado, horas de protesta contra el sistema y episodios de tensión entre los pasajeros. Transmilenio se desliza por las vías a velocidad moderada mientras el resto de la ciudad pierde un tiempo precioso en los trancones, pero subirse a los buses en las horas pico no es nada fácil.
El paisaje sonoro de los buses está acompasado por la irrupción de la voz que cada cierto tiempo se impone sobre las de los pasajeros para anunciar la siguiente parada. Transmilenio ha traído su propio sonido y su propia terminología. Ahora decimos "alimentadores" y quizás algún día digamos "articulados".
Para responder a la pregunta ¿A qué suena Bogotá?, formulada por El Archivo de Bogotá y Señal Memoria, Leonardo Puentes, músico y artista sonoro, se dedicó a montar en Transmilenio. Fue de sur a norte y de oriente a occidente, viajó a distintas horas, tanto en los buses rojos como en los verdes de las rutas alimentadoras, oyó a los pasajeros dormir y acaso soñar y todo el tiempo grabó. De esa inmersión, nos trajo sus Crónicas acúsmáticas de Transmilenio, que capturan paisajes sonoros del nuevo sistema de transporte de Bogotá.
Los invitamos a oír esta entrevista a Leonardo Puentes, en la que nos cuenta qué son sus crónicas, cómo y por qué las hizo y cómo suena Transmilenio:
Qué son las Crónicas Acusmáticas de Transmilenio (7' 27'')
Soñar en Transmilenio (8' 49'')
Ranas, secadores y teléfonos cuentan las Crónicas de Transmilenio (5' 43'')
Y estas son algunas de las "Crónicas Acusmáticas de Transmilenio":
Crónica 1
Crónica 2
Crónica 3
Crónica 4
Las Crónicas acusmáticas de Transmilenio forman parte de ¿A qué suena Bogotá? y se pueden oír en:
Carrera 3ra # 12d-83, Bogotá
Entrada Libre.
¿A qué suena Bogotá? es una exposición organizada por el Archivo de Bogotá con el apoyo de Señal Memoria.
Fecha de publicación original Vie, 20/12/2013 - 15:38