Unificar a la nación en torno a una carta de valores ha sido el deseo de los sucesivos gobiernos que vinieron después del proceso de independencia. Para algunos mandatarios, la unidad significa homogeneización, por encima de las diferencias; para otros, igualdad ante la ley, a pesar de las diferencias.
Colombia, así como la mayoría de los países latinoamericanos, es heredera de una tradición católica que intentó asimilar, y llegó a destruir, otras creencias. La firma del Concordato durante el gobierno de Rafael Núñez trazó un camino en el que Estado e Iglesia irían de la mano para orientar el destino de la nación. Con mayor o menor firmeza, los mandatarios que sucedieron a Núñez hicieron partícipes a las altas jerarquías católicas en la toma de decisiones. De allí que figuras como Ismael Perdomo, Crisanto Luque, Luis Concha Córdova estuvieran siempre presentes en actos de trascendencia nacional durante gobiernos como los de Mariano Ospina Pérez, Gustavo Rojas Pinilla o Laureano Gómez.
Lemas como “Dios y Patria” han subsistido en un Estado que ya para nuestros días se dice moderno e incluso laico. En los años cincuenta, ese lema, de origen carlista (movimiento ultraconservador realista de España, que surgió luego de la muerte de Fernando VII y las disputas por la sucesión al trono), permeó el discurso del general Rojas Pinilla, quien abogó por una unión de la nación, basada en el catolicismo y en la alianza de este con las Fuerzas Armadas. Así lo escuchamos en este audio que proviene de la Fonoteca, catalogado con el registro CD008266
Ana Maria Lara Sallenave