El General Tomás Cipriano de Mosquera, quien fuera presidente de la República sufrió una grave herida en su rostro. Esta herida, provocada por un disparo, fue resultado de su enfrentamiento, en la región de Barbacoas (Nariño) con Agustín Agualongo, un indígena pastuso que apoyó a los ejércitos realistas. Este enfrentamiento se dio hacia el año 1822, ya cuando el proceso de Independencia empezaba a transformarse en una lucha interna y se aproximaba el desprendimiento del Ecuador.
Agualongo
Para la historia oficial, la figura de Agualongo, si no ha sido borrada, es vista con desconfianza, pues para tratar el proyecto nacional resulta ilógico que los indígenas se hubieran puesto del lado de los españoles. Sin embargo ellos tenían sus razones. Los indígenas no sentían confianza por las aspiraciones criollas de emancipación. Sabían, por la práctica, que la relación con este sector de la sociedad les haría perder la protección de la corona, les suprimiría el acceso a las tierras y lo más paradójico de todo, posiblemente les daría una condición de ciudadanos que los pondría en posición de igualdad con los criollos, pero sin tierra y sin las mismas habilidades administrativas e incluso comerciales. Perder la protección de la corona significaba para los indígenas enfrentar una de las condiciones fundamentales para el pensamiento liberal, moderno y capitalista: la competencia.
Agustín Agualongo Cisneros llegó a ser capitán y luego coronel del ejército español. Durante su carrera se enfrentó al Mariscal Sucre, en la batalla de Pichincha, saliendo derrotado; y al mismo Bolívar en la batalla de Ibarra, en donde también fue derrotado. Hoy su figura aún se evoca en Nariño y es símbolo de resistencia y valentía, aún si éste actuó en nombre de Fernando VII y cerca de las tropas que adelantaron la reconquista.