Publicado el Vie, 26/10/2012 - 15:25
Historia de la radio
Fabricantes de Sonidos - Hoy taller en Duitama
Desde agosto hasta octubre, hemos estado en Pereira, Neiva, Popayán, Cali, Cartagena y desde hoy en Duitama, Boyacá. El taller cuenta con su propia máquina para fabricar sonidos, una mesa que construyó el escenógrafo John Triana siguiendo las indicaciones de Gabriel Vanegas, actor y productor de sonidos en vivo en los dramatizados de la radio colombiana del siglo XX.
Esta mesa es un artefacto versátil y poco común. Ni siquiera es una mesa, sino un dispositivo sonoro de cuatro piezas de las que solo una es propiamente una mesa: se trata de un escritorio con gavetas que guardan cosas raras, desde cocos partidos por la mitad, sueltos o unidos por varillas metálicas, hasta piedras quebradas, tornillos, arandelas y palos. Quien abre esas gavetas, descubre un arsenal de instrumentos sonoros. Sobre el escritorio, hay un cubo de madera que en dos de sus caras tiene puertas, en la tercera tiene una ventana y en la cuarta, una persiana.
Puertas, cristal y persiana pueden sonar como lo que son, pero también -y este es uno de los aspectos más ricos y enriquecedores de estos talleres-, como otras cosas: en el sonido de las tablillas de la persiana, los participantes de los talleres han oído una máquina de escribir; en el vaivén de la ventana, han visto varias veces el viento; mediante el roce de una piedra contra el vidrio, crearon un bus en movimiento; en las puertas... bueno, oyéndolas sonar, nuestros oídos no han ido muy lejos: puertas son y como puertas suenan.
En los cocos de las gavetas del escritorio, que han servido desde tiempo lejanos de la radio para crear galope de caballos y desencajado trasegar de carretas, hemos oído trenes y adivinado máquinas, aunque no sepamos cuáles, una vaguedad que acrecienta el potencial dramático de esos sonidos, pues una máquina de perfil bien definido podría no intrigar tanto al público como un artefacto de contornos imprecisos, caracterizado solo por su ineludible cualidad de máquina.
Con el roce de un tornillo contra un timbre metálico, los participantes crearon un machete; con una respiración voluminosa, trajeron al mundo a un toro; por medio de una secuencia de golpes de cocos sobre arena, le dieron a ese toro un deambular pesado y lo acercaron a la muerte. Con sonidos guturales y un chorro de agua, crearon seres de gran peso y tamaño que, para algunos de sus oyentes fueron hombres, y para otros, criaturas presentadas desde un punto de escucha que impedía abarcarlas todas y las sumía en mayor indefinición, de modo que, sin dejar criaturas, no llegaban a cuajar en ninguna forma reconocible. Esa ambigüedad les augura un venturoso porvenir como pesados e informes personajes de una historia radial que, si logra incorporar lo que hemos aprendido y vislumbrado en estos talleres, pintará para los oídos de público presencias dotadas de relieve y envueltas en tangibles y magnéticas atmósferas.
Esta mesa sonora se presta para reproducir sonidos semejantes a los de la vida cotidiana y para crear otros, que conservan un hilo de unión con la realidad y, en sus demás contornos, se liberan.
Gracias a la escucha y disposición experimental de los participantes, en los talleres hemos forjado estas pinturas, bosquejado estos seres y enriquecido el repertorio de posibilidades del lenguaje dramático radial. Su escucha, su entusiasmo y su minuciosidad al explorar los ángulos sonoros de las cosas constituyen la mitad de los talleres.
Imagen tomada por Julieth González en el Taller de Cartagena
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Video Realizado durante el Taller en Cali
Fecha de publicación original Vie, 26/10/2012 - 15:25