Recuerda las noches de los domingos en el barrio Teusaquillo, en Bogotá, cuando, según sus propias palabras, se encendía ese radio –el que su papá tenía en la sala de la casa- y surgían esos mundos –los de los dramaturgos griegos de la antigüedad, por ejemplo-, cuyos conflictos quizás rebasaban el entendimiento del niño que era entonces, pero eso no era óbice para que lo cautivaran y, una vez apagado el radio, siguiera soñando con ellos. Promediaba el siglo XX. Había otras emisoras en el país, pero en su casa solo se oía la Radiodifusora Nacional de Colombia y como el era un niño, creía que esta era la única.
Fernando Corredor conoció de cerca a Bernardo Romero Lozano, bajo cuya dirección hizo varias interpretaciones en la recién inaugurada televisión colombiana. Los teleteatros del estado, así como sus predecesores, los radioteatros, se proponían educar al público y acercarlo a las obras de la literatura y el teatro clásico y contemporáneo. Como lo había hecho en la radio, Bernardo Romero Lozano dirigió en la televisión El proceso, de Kafka, y para esta puesta en escena, utilizó como locación la cafetería, el parqueadero y los sótanos de la Biblioteca Nacional, en Bogotá, una propuesta vanguardista que Fernando Corredor recuerda con admiración.
