Con la invasión de Napoleón a la Península Ibérica surgen juntas de gobierno en distintos puntos de América. Una de estas se conformó en Santafé el 20 de julio de 1810. Las Juntas pidieron representación política en igualdad de condiciones con los españoles, pero declarando su lealtad a Fernando VII.
Desde 1808, este rey, el representante de la madre patria, está secuestrado por Napoleón en una agradable finca de Bailén. Ese vacío de poder y el riesgo de caer en manos de los franceses es aprovechado por los criollos para iniciar un proceso de exigencia de autonomía administrativa y comercial.
Para una nación como la española, la figura del rey sigue siendo aglutinadora de sentimientos nacionalistas. Sin embargo, la figura de Fernando VII trae recuerdos negativos y, aún hoy, genera desprecio. Para muchos españoles decir Fernando VII es igual a decir estupidez.
A Fernando se le conoció como El Deseado porque su ascenso al trono era la esperanza de muchas de las víctimas del famoso ministro Godoy, el personaje más cercano de Carlos IV, padre y antecesor de Fernando VII. La llegada de Fernando, rival de Godoy significó el fin de muchos atropellos.
Pero para los españoles El Deseado resultó ser indeseable. Permitió el ingreso de las tropas de Napoleón a España, una invasión que costó miles de muertos. La inestabilidad que se generó fue aprovechada por las colonias americanas para adelantar procesos de independencia.
El pueblo aclama a Fernando, secuestrado por Napoleón y, en nombre suyo, diseña la constitución de 1812 que, en términos generales, no otorga la independencia a las colonias, pero sí ofrece elementos de persuasión para los americanos.
En 1814, tras el repliegue de la tropas napoleónicas, El Deseado regresa y, contra la voluntad de quienes lo habían defendido, echa abajo la constitución de 1812. Implanta de nuevo la Inquisición; restablece la monarquía absoluta; y, para sorpresa de quienes incluso expusieron su pellejo antes las tropas francesas, los expulsa, destierra, persigue o envía a labores poco fáciles y casi suicidas. Este fue el caso de Pablo Morillo, El Pacificador.
Fernando VII
En últimas, Fernando VII, por zorro o por inepto, perdió un imperio entregando su corona a Napoleón. Echó abajo la Constitución de 1812, que había dejado en términos de concordia a la península con sus colonias; y finalmente envió a reconquistar las Colonias, aún indecisas sobre sus deseos de emancipación.
Hacia 1820, el mismo pueblo español, que ya había perdido a las colonias y empezaba a ser víctima de los abusos del rey absolutista, se levantó contra Fernando. En América, años antes, en 1813, ya Bolívar había polarizado acciones contra la madre patria declarando la Guerra a muerte contra todo aquel que fuera español.
Morillo, que tenía a Bolívar como su principal contrincante, se quejó siempre de la falta de atención de Fernando a las solicitudes de refuerzos, armamento y municiones para enfrentar al ejército patriota. Por esto y múltiples factores más Fernando El Deseado pasó a la historia como un rey capaz de perder un imperio en pocos días.