García Márquez y la leyenda del vallenato | Señal Memoria

Gabriel García Márquez (Gabo) y el Vallenato
Publicado el Jue, 26/04/2018 - 05:37 Artes y oficios
García Márquez y la leyenda del vallenato

A finales del 2014 se realizó el lanzamiento del disco “El Festival de la Leyenda Vallenata a través de la Radiodifusora Nacional de Colombia”, producido por la Fonoteca de Señal Memoria. Pero la época es propicia también para reflexionar sobre lo ocurrido en el año que se acaba. Y una de las noticias más sobrecogedoras fue, sin duda, la muerte de Gabriel García Márquez (1927-2014) en el mes de abril, pocos días antes de la inauguración de la más reciente edición del Festival. Las relaciones entre García Márquez y el vallenato son bastante profundas. No se puede olvidar, por ejemplo, que el escritor se refirió a su más reconocida obra, “Cien años de soledad”, como un “vallenato de 450 páginas”.

Dentro de los programas radiales en relación con el “Festival de la Leyenda Vallenata” conservados en la Fonoteca de Señal Memoria (que fueron la base documental del nuevo disco), se incluyen aquellos dedicados a la versión 33 del evento, año 2000, realizada en homenaje a Gabriel García Márquez[2]. Las razones de este homenaje obedecen al papel que jugó García Márquez en el largo proceso mediante el cual diversos aspectos de la cultura del Caribe colombiano fueron proyectados e incluidos en el debate cultural de implicación nacionalista[3].

Lo anterior nos conecta con los orígenes del evento. Luego de permanecer siete años en el extranjero, en 1963 García Márquez regresó a Cartagena para participar en el Festival de Cine de la ciudad. Según lo contó veinte años después, a través de la crónica “Valledupar: La parranda del siglo”[4], publicada en El Espectador, el escritor aprovechó aquella ocasión para solicitarle a su amigo Rafael Escalona (1927-2009) que lo actualizara en cuestiones “vallenatas”. Afirmó García Márquez:

“Escalona, que ya era compadre mío desde unos 12 años antes, me pidió que fuera el domingo siguiente a Aracataca, adonde él llevaría la flor y nata de los compositores e intérpretes de las hornadas más recientes. El acuerdo se llevó a cabo en presencia de la muy querida amiga y periodista sagaz Gloria Pachón -que hoy es la esposa del senador Luis Carlos Galán- y ella publicó la noticia al día siguiente con un título que a todos nos tomó por sorpresa: 'Gran festival vallenato el domingo en Aracataca'. Todos los fanáticos del vallenato de aquellos tiempos, que no éramos muchos, pero sí suficientes para llenar la plaza del pueblo, nos encontramos el domingo siguiente en Aracataca”.

García Márquez estima que ese evento fue un importante antecedente para que pocos años más tarde, en 1968 (no en 1967 como lo menciona en la citada crónica), se realizara en Valledupar la primera edición del Festival de la Leyenda Vallenata. Es probable que para la serie de reuniones presididas por Alfonso López Michelsen, en las que fue ideado el evento, Escalona llevara aquella colosal parranda en la cabeza. Pero de tal no se hace referencia alguna en la entrevista que concedió Consuelo Araújo (1940-2002) a Carlos Melo Salazar en 1988.

Realizada como parte de los repetidos cubrimientos hechos al “Festival vallenato” por este célebre locutor de la Radiodifusora Nacional, un segmento de la entrevista se incluyó posteriormente en uno de sus programas del año 2002 dedicados al Festival[5]. En relación con el origen del mismo, Araújo afirma:


“El Festival Vallenato, la verdad histórica e incontrovertible, nació del deseo, el interés que tenía el entonces gobernador del departamento del Cesar, Alfonso López Michelsen, de hacer algo para vender, entre comillas se supone vender, la imagen de Valledupar a nivel nacional… a mí me quedó sonando la idea y me acordé de que aquí hay una fiesta muy hermosa que se ha celebrado durante cientos de años, que es la Fiesta del Milagro, o sea la fiesta de la Virgen del Rosario… que representa una parte de la historia de nuestra ciudad (…)[6] Entonces a mí se me ocurrió que se podía retomar esa fiesta y a López le pareció la idea buena. Pero él tuvo el buen sentido y la visión de decirnos a Rafael Escalona y a mí que qué tal que le pusiéramos a eso un poquito de música de acordeón…  Entonces fue cuando se nos ocurrió, o se le ocurrió a él, que inventáramos un concurso de música de acordeón (…) y así nació el Festival de la Leyenda Vallenata”.



 CONSUELO ARAÚJO – ENTREVISTA, 1988



Volviendo a García Márquez, si bien el referente de aquella parranda de 1963 en Aracataca como motivador del Festival no es del todo exacto, este escritor sí ha desempeñado un rol de gran importancia en la proyección de la “cultura vallenata”, que, como puede inferirse, fue la finalidad del mencionado evento desde su origen. Los escritos de García Márquez en relación con el tema hacen parte de lo que Egberto Bermúdez caracteriza como “tradiciones escritas y mediáticas” del vallenato, refiriéndose a algunos trabajos de autores que, efectivamente, mediaron para la consolidación del conjunto de géneros, no solo a nivel nacional.[7]

En su texto, Bermúdez retoma los argumentos expuestos por Jaques Gilard desde los años 80 en “una serie de artículos que sintetizan la aparición de la cultura y la música costeña en el panorama cultural colombiano... Las fuentes de Gilard fueron los escritos (periodísticos, ensayos, etc.) sobre la cultura y la música costeña que aparecieron en periódicos y revistas entre 1940 y 1955”.[8] En el intervalo se incluye García Márquez.

De la época se tienen los textos: “No sé qué tiene el acordeón…”, publicado en el periódico El Universal, 22 de mayo de 1948; “Abelito Villa, Escalona y Cia.” y “Rafael Escalona”, estos dos publicados en el periódico El Heraldo, 14 y 24 de marzo de 1950, respectivamente. “Un plagio a Escalona” y “Cantos viejos de Escalona”, publicados en El Heraldo en los meses de marzo y abril de 1951. Un texto posterior, “El poder y la gloria”, se publicó en mayo de 1955 en El espectador. Todos se incluyen en la obra periodística de García Márquez, compilada por el mismo Gilard.[9]

“No sé qué tiene el acordeón…”, enaltece al acordeón como símbolo de una cultura popular universal que García Márquez defiende ante los embates de sus “enemigos”, consciente de la proscripción que tuvo la música de acordeón por parte de sectores encumbrados de la sociedad. Desde ese punto, realiza una reflexión de corte nacionalista, muy a tono con las discusiones de la época y declara que el acordeón “ha tomado carta de nacionalidad… se ha incorporado a los elementos del folklor nacional”[10].

“Abelito Villa, Escalona y Cia”, reflexiona sobre la “sustancia poética” de los textos del vallenato y su relación con la realidad de los compositores, esto último como razón fundamental para la hoy trajinada analogía de aquellos con los juglares medievales. Así mismo, recurre el autor a una comparación con jerarquías eclesiásticas, para realizar una idealización del “mundo aparte” que tienen los acordeoneros, atribuyendo un cierto sentido épico a la práctica musical.

Con el texto “Rafael Escalona”, García Márquez asume al compositor como estandarte de la música vallenata. Reflexiona de nuevo sobre el sentido poético de sus textos y se aventura en la crítica musical para abordar las bondades y perjuicios de la industria musical y la grabación, tema que retoma en “Un plagio a Escalona” y “Cantos viejos de Escalona”. En estos textos da testimonio nuevamente de su admiración por el compositor y retoma la relación de las canciones con la realidad.

“El poder y la gloria”, de nuevo en torno a la figura de Rafael Escalona, aborda no solo la relación de sus canciones con la realidad, sino, además, la representatividad de las mismas en relación con “la psicología del pueblo”. García Márquez establece una relación directa entre las canciones de Escalona y los sentimientos de los pobladores del antiguo departamento de Magdalena, evocando situaciones que expresan el arraigo y la popularidad del compositor.

En acuerdo con lo anterior, pueden sintetizarse siete elementos básicos de los textos de García Márquez, desarrollados por la literatura escrita en relación con el vallenato en años posteriores y que, por tanto, tuvieron efectos considerables en la creciente difusión de la música de acordeón y su progresivo arraigo a nivel nacional durante la segunda mitad de siglo XX:

- Exaltación y defensa de la cultura popular
- Legitimación del sentido nacionalista del acordeón y su música (autenticidad)
- Exaltación de la calidad poética de las canciones
- Idealización de la práctica musical y su contexto
- Establecimiento y estandarización de relaciones entre los textos de las canciones y la realidad (juglaría / carácter narrativo)
- Establecimiento y estandarización de relaciones directas entre las canciones y el pueblo
- Industria discográfica (avatares, desilusiones y glorias)

Es de esta forma como García Márquez respondió a uno de sus cometidos en los años 50, expresado claramente en la conclusión del citado texto “Cantos viejos de Escalona”: “Es hora de que en la música popular colombiana se sepa quién es quién y por qué motivos”[11]. La revisión de aquellos y otros textos de García Márquez, sumada al análisis de la música de acordeón y su contexto, realizado por Jaques Gilard, Peter Wade y Egberto Bermúdez, muestran, no obstante, que en buena medida, el interrogante sigue abierto.

José Perilla

Fecha original de la publicación: 18 de diciembre del 2014



[2] Archivo de Fonoteca de Señal Memoria, discos compactos: CD14381, CD14457, CD14467, CD14724, CD14812
[3] El análisis de este proceso ha sido desarrollado en diversas publicaciones por Jaques Gilard, Peter Wade y Egberto Bermúdez. Para artículos relacionados consultar www.ebermudezcursos.unal.edu.co
[4] 
 García Márquez, Gabriel, “Valledupar: La parranda del siglo”, en El Espectador, Bogotá: junio 19/1983. El artículo fue publicado originalmente en 1966. Una versión digital en http://elpais.com/diario/1983/06/22/opinion/425080810_850215.html Ver también http://elpilon.com.co/inicio/alfonso-lopez-michelsen-y-su-corazon-vallenato/
[5] Archivo de la Fonoteca de RTVC, disco compacto 14729
[6] Consuelo Araújo se refiere a la controvertida “Leyenda Vallenata”
[7] Bermúdez, Egberto, “Detrás de la música: el vallenato y sus ‘tradiciones canónicas’ escritas y mediáticas”, en El Caribe en la nación colombiana - Memorias X Cátedra anual de historia “Ernesto Retrepo Tirado”, Ministerio de Cultura, Museo Nacional de Colombia, Observatorio del Caribe Colombiano, eds., 2005, pp. 476 – 516. El texto argumenta una crítica a discursos creados en torno a la música de acordeón, en vínculo con la denominada “vallenatología”.
[8]“Detrás de la música…”, pág. 478. Las tesis de Gilard han sido controvertidas por autores relacionados con la denominada “vallenatología”: Consuelo Araújo y Tomás Darío Gutiérrez, entre otros.
[9] García Márquez, Gabriel, “Textos Costeños, I”, pp. 65-66, 167-168 y 178-179; “Textos Costeños, II”, pp. 492-493, 506-507; “Entre cachacos, II”, pp. 791-792. Ed. J. Gilard. Bogotá: La Oveja Negra, 1983. “No sé qué tiene el acordeón…” es un texto sin título. La denominación se toma de su primera frase.
[10] “Textos costeños, I”, pág. 66
[11] “Textos costeños, II”, pág. 508

 

Fecha de publicación original Jue, 26/04/2018 - 05:37

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