La casa grande, única novela de Álvaro Cepeda Samudio, es en cierta forma un precedente de las novelas que hicieron parte del “boom latinoamericano”. Entre tantas otras, allí se encuentra Cien años de soledad, y es justamente con las obras de García Márquez que La casa grande está profundamente relacionada.
Hay varios contactos entre Samudio y García Márquez. Pertenecieron uno y otro a la llamada segunda generación del Grupo de Barranquilla, por lo que tuvieron una relación directa que se dio desde el año 1949. Esta se fundamentó en un constante trabajo creativo, visible en el ámbito literario, en la afición y producción cinematográfica (de lo que resultan experimentos como el cortometraje La langosta azul) y sobre todo en una visión renovadora del ejercicio periodístico, plasmada en el semanario Crónica.
Todo esto implicó una educación en el ámbito literario, llena de coincidencias y afinidades en la búsqueda de nuevas expresiones. Eduardo Caballero Calderón, Ernest Hemingway, William Faulkner, Virginia Woolf, James Joyce, son autores que se han ubicado como influjo para Cepeda Samudio y a los que García Márquez reconoció en sus memorias como preferidos y de suma importancia en su apreciación literaria.
Está, por otro lado, el sustrato caribeño del origen de los dos escritores y la coincidencia generacional de sus nacimientos: marzo de 1926 para Cepeda Samudio, marzo de 1927 para García Márquez. Con este aspecto se vuelve sobre la materia de este escrito, dado que para los dos el impacto producido por la Masacre de las bananeras (1928) y el contexto en que se generó, llegó de forma similar, a través de los relatos y evocaciones de la tradición oral, contrastada con trabajos investigativos y proyectada a nivel literario en sus primeras novelas.
La casa grande (1962) de Cepeda Samudio y La hojarasca (1955) de García Márquez, fueron elaboradas con base en el conflicto social que se presentó en el Caribe colombiano entre los siglos XIX y XX. La presencia de empresas extranjeras, las heridas de las contiendas bipartidistas, el conflicto generacional y la idiosincrasia social del Caribe, son fuentes comunes para la expresión particular de cada autor. Las dos novelas coinciden, además, en haber alcanzado reconocimiento general varios años después de sus tímidas primeras ediciones, lo que sugiere, por parte de sus autores, una posición vanguardista y distante del costumbrismo que imperaba por entonces en el gusto y la producción literaria colombiana.
Por esto último, llama la atención la adaptación para radioteatro de La casa grande, realizada de manera temprana por Gonzalo Vera Quintana. Esta obra, conservada en la Fonoteca de Señal Memoria, hace parte del trabajo discográfico El retablo de las maravillas – homenaje al radioteatro, 1945-1965, publicado en 2011. Se presenta a continuación un extracto del audio incluido en este disco, catalogado en la Fonoteca con el código CD019090.
José Perilla
