Por: Carlos Fernández
En su programa Teatro para niños, la Radiodifusora Nacional de Colombia, hoy Señal Radio Colombia, presentó La cueva de Tuluní, una dramatización radial escrita por el profesor José Agustín Pulido Téllez, en abril de 1950, para los niños oyentes de la emisora. La obra fue interpretada por el Grupo Escénico Infantil de la misma emisora, fundado y dirigido por el profesor. En el radioteatro, un grupo de niños se adentra en la cueva de Tuluní, situada en el departamento del Tolima, en Colombia, guiado por un joven muy bien informado que hace una exposición didáctica de la cueva. Gracias a las descripciones, la música y los efectos sonoros, los oyentes pueden recorrerla y verla con ellos.
La cueva de Tuluní se divierte creando contrastes. Al tiempo que el guía les explica a los niños que a ocho metros abajo corre una quebrada, ellos oyen una voz fantasmagórica que les susurra con deliberado dramatismo que el agua se desliza al fondo de un precipicio. El guía les habla de los arcos de la cueva y la voz les advierte que detrás de cada arco podría haber una sombra que agarre a alguno al pasar. El lenguaje del guía se ajusta a la realidad material de la cueva. Habla de los cuerpos y de las rocas que la conforman. Su voz no revela el menor asomo de fantasía o superstición, a las que da alas la oscuridad. Justamente, alude a esas visiones cuando conduce a los niños a un recinto de la cueva llamado La iglesia. Se trata de una formación natural que, por obra de la oscuridad, evoca un templo en ruinas adornado por formas fantásticas.
Esta obra es didáctica, como buena parte de los radioteatros escritos por el profesor. Les explica a los oyentes cómo se forman las cuevas y los introduce en la de Tuluní valiéndose de los recursos de la radio. Además, formula una explicación racional de cómo la oscuridad fomenta visiones irracionales, pero la explicación no parece estar motivada por el deseo de erradicarlas. La explicación racional no llega a ridiculizar los temores de los niños. No parece usarlos para enfatizar que los fantasmas que emanan de la oscuridad merecen ser silenciados de una vez por todas. Los delirios de la imaginación conservan su valor en la obra, aunque hay que admitir que el profesor se burla un poco de ellos.
La obra parece decir que la ciencia da luces, pero que sus luces no tienen por qué barrer los matices y bosquejos de la oscuridad. El radioteatro no desaloja lo misterioso. Más bien, parece decir que si queremos saber qué es una cueva, debemos oír su geología, pero si queremos escribir un cuento o un radioteatro poblado de fantasmagorías verosímiles, bien haremos en sumergirnos en un cueva. Este dramatizado cuenta que los escritores y poetas han ambientado algunas de sus obras en lugares oscuros o se han inspirado en la oscuridad para crearlas, y se regocija creando las visiones de los niños.
Quienes recorran la cueva de Tuluní en este radioteatro podrían escuchar la voz del profesor contándoles cómo escribía sus obras. Pulido Téllez no lo dice, pero el oyente podría oírlo, así como los protagonistas de este dramatizado sienten voces espectrales. El profesor escuchaba a la ciencia y a las biografías porque era un educador y quería describirles a los niños oyentes los fenómenos naturales y las infancias de los grandes científicos y artistas. Sus radioteatros abordan esos asuntos y recrean esas vidas. Escribía también atendiendo a las sombras y a la fantasía, de donde sacó voces que susurran, muñecos de barro que cobran vida y animales que se desprenden de las páginas de los cuadernos. También ellos habitan sus radioteatros. La cueva de Tuluní pareciera contarnos cuáles fueron las fuentes de inspiración de su autor.
Fecha de escritura: 30 de abril de 1950.
Fecha de grabación: desconocida, posiblemente se grabó en 1950.
Fecha de emisión: desconocida, posiblemente se emitió en 1950.
Lugar de grabación: Radiodifusora Nacional de Colombia.
Referencias: radioteatros para niños, siglo XX, Colombia.
