Así murió “La Pola” | Señal Memoria

La Pola
Publicado el Lun, 05/03/2012 - 01:16
Así murió “La Pola”

En la plaza de Bolívar de Bogotá una placa, que incluye varios nombres, conmemora los fusilamientos que ordenó El Pacificador Pablo Morillo. Uno de ellos fue el de Policarpa Salavarrieta.

Policarpa Salavarrieta

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La Pola fue una clandestina y hábil informante de las guerrillas patriotas durante la Reconquista. Es lo poco que se sabe de ella. El Presidente José Hilario López, liberal radical, la conoció y estuvo con ella el día de su fusilamiento. En sus memorias el expresidente recordó:

“(…) al pasar por la capilla en donde estaba La Pola, esta, que me observó lloroso, por más que yo procuré no ser visto de ella, me dijo: ‘no llore Lopecito, por nuestra suerte; nosotros vamos a recibir un alivio librándonos (sic) de los tiranos, de estas fieras, de estos monstruos…’ y otras cosas que no alcancé a oír. El cabo que me conducía, o no entendió el valor de las expresiones o no quiso hacer caso de ellas en consideración a que yo le enseñaba a leer y escribir, y no me dijo otra cosa a pocos momentos sino lo siguiente: ‘¡Hola!, ¿conque la mujer lo conoce a usted? ¡Y qué brava está!, ¡qué guapa es! (…)’”

“Las nueve de la mañana era la hora señalada para la ejecución (…) La Pola marchó con paso firme hasta el suplicio, y en vez de repetir lo que le decían sus ministros, no hacía sino maldecir a los españoles y encarecer su venganza. Al salir a la plaza y ver al pueblo agolpado para presenciar su sacrificio, exclamó: ‘¡Pueblo indolente! ¡Cuan diversa sería hoy vuestra suerte si conocieseis el precio de la libertad! Pero no es tarde. Ved que, aunque mujer y joven, me sobra valor para sufrir la muerte y mil muertes más, y no olvidéis este ejemplo…’ 

Mayor era el esfuerzo de los sacerdotes en no dejar que estas exhortaciones patrióticas de La Pola fueran oídas por la multitud. LLa verdad fue que no pudieron ser distinguidas y recogidas sino por los que iban tan inmediatos a ella como yo. Llegada al pie del banquillo, volvió otra vez los ojos hacía el pueblo y dijo: ‘¡Miserable pueblo! Yo os compadezco: algún día tendréis más dignidad’. 

Entonces, se le ordenó que se montase sobre la tableta del banquillo porque debía ser fusilada por la espalda como traidora. Ella contestó: ‘Ni es propio ni decente en una mujer semejante posición, pero sin montarme yo daré la espalda si esto es lo que se quiere’. Medio arrodillándose luego sobre el banquillo y presentando la mayor parte de la espalda se la vendó y aseguró con cuerdas, en cuya actitud recibieron, ella y sus compañeros, una muerte que ha eternizado sus nombres y hecho multiplicar los frutos de la libertad”.


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Fecha de publicación original Lun, 05/03/2012 - 01:16