Al revisar los planos que se han hecho de la ciudad de Bogotá, particularmente aquellos que anteceden el año 1900 muestran una ciudad diseñada bajo el esquema de una cuadrícula, cuyas calles llevan nombres. Hoy, al transitar por Bogotá es posible ver algunas placas con los nombres que se les asignaron una vez la ciudad empezó a crecer durante la Colonia.
La costumbre de ponerle nombres a las calles vino de España. Muchas de ellas recibían nombres de oficios, de apodos o apellidos de personajes que las habitaban, de acontecimientos sucedidos allí, o como una manera de dar a conocer elementos de infraestructura o de servicios públicos instalados en ellas.
A medida que los acontecimientos históricos iban pasando, las calles o avenidas también fueron adquiriendo nombres de batallas o de los personajes vencidos o derrotados en ellas.
Calles y barrios
Esta manera de nombrar las calles aún se mantiene en la mayoría de las ciudades europeas y en algunas ciudades latinoamericanas. En Colombia, desde finales del siglo XIX, esta bella costumbre se fue perdiendo en aras de hacer más eficiente y unificada la nomenclatura. Si acaso hay calles con nombres es en aquellos lugares en los cuales se pretende conservar la memoria de la nación. Y aunque ya no tenemos calles con nombres, sí tenemos barrios y localidades con nombres que evocan hechos históricos.
La historia de las ciudades en parte está en la manera como se llamaron sus calles. Para refrescar nuestra memoria y recordar un pasado del cual somos resultado, vale la pena visitar las antiguas calles y preguntarse por qué se llamaban como se llamaban. Algún secreto podremos descubrir.