Al revisar los móviles que llevaron a los criollos a pedir autonomía e independencia, es posible ver un matiz claramente económico. Pero para los sectores menos pudientes de la sociedad el matiz era otro. Tanto así que los llaneros, protagonistas incontestables de las batallas que llevaron a la victoria, jugaron en bandos distintos mientras el proceso iba adquiriendo más claridad pues, por ejemplo, en el caso de Simón Bolívar, reconocido terrateniente en Venezuela, un elemento crucial como el destino de los esclavos no fue en un inicio tema de discusión; simplemente El Libertador y sus copartidarios de clase compartían la idea de que la esclavitud es necesaria si se quiere obtener un buen excedente de la tierra y de la producción de materias primas.
Llaneros
Entre tanto un realista con José Tomás Bovez, bandolero y aventurero, prometió libertad a los esclavos que hicieran parte del bando opuesto a los patriotas. La libertad, por supuesto, llamaba la atención de los llaneros encadenados; libertad que iba de la mano con la geografía y el modo de vida que el relieve, el clima y la luna del Apure, del Casanare o del Arauca invitan a construir.
Bolívar no tardó en entender que para ganar la guerra a muerte contra España necesitaba contar con el arrojo llanero. Es así como replanteó su postura frente a la esclavitud como estrategia de enriquecimiento para los hacendados y prometió libertad. Libertad que tardó en hacerse realidad hasta el año 1853, cuando José Hilario López la decretó para siempre.
Los llaneros, de gran resistencia soportaron con estoicismo el duro trajín de la campaña libertadora que los llevó desde las planicies hasta el páramo; semidesnudos y desarrapados cumplieron con su parte. La historia oficial aún tiene pendiente contarnos si la otra parte, la de las promesas, se cumplió. Y en esa medida si la independencia y la libertad fueron una realidad.