Aunque a Ospina lo conocemos como un hombre de cine, (y esa era, por cierto, su manera de concebirse a sí mismo), sus aportes a la producción y a la gestión del patrimonio audiovisual en el país son igualmente invaluables. Además de ser uno de los primeros profesores de la Escuela de Comunicación de la Universidad del Valle, y por ello una fuerte influencia para las generaciones de realizadores formados allí, dirigió varios capítulos de la importante serie documental Rostros y Rastros producida por Universidad del Valle Televisión y transmitida por Telepacífico desde finales de los ochenta hasta comienzos de este milenio.
Ospina guardó con meticulosidad cada posible fragmento de su vida que podía convertirse en un documento histórico, y gracias a ello, no sólo recibimos de él un gran legado de obra cinematográfica, sino una inquietud por la preservación del patrimonio audiovisual de nuestro país que se ve reflejada tanto en su archivo como en su presencia y participación activa en las actividades de espacios institucionales fundamentales para la memoria, como la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano y la Cinemateca Distrital de Bogotá.
Posiblemente fue la canonización del Grupo de Cali y la recurrente demanda por conocer más sobre esta generación de caleños en los años 70, de quienes lo entrevistaban, lo que no permitió tener registradas en nuestra memoria audiovisual más opiniones suyas a propósito de la importancia del patrimonio audiovisual o de la televisión en Colombia. Ospina no era un televidente activo; sin embargo, sí un gran crítico de las limitaciones que existían en la producción nacional, sobre todo en las décadas de los ochenta y noventa.
Por ello, en Señal Memoria conservamos algunas entrevistas en las que Ospina habla de su obra, pero sobre todo de la recurrente y mítica temática del Grupo de Cali y de la figura de Andrés Caicedo.
En uno de esos registros, de una manera muy acertada, en un diálogo con Margarita Vidal y Gustavo Cobo Borda, sobre la obra de Andrés Caicedo, alude a la popularidad del autor el hecho de que “siempre habrá adolescentes y siempre tendrán los mismos tormentos”, aspecto que hace que la obra del escritor caleño siga tan vigente. En suma, se burla de la figura del crítico distante que pretende interpretar la vida de los autores desde lugares distantes y pretenciosos:
Vidal, Margarita (Directora). (1999). Blanco y negro. Bogotá: Inravisión - Señal Colombia. Archivo Señal Memoria, BTCX30-009602.
En el magazín cinematográfico Cartelera, manifestaba la difícil situación que acarreaba producir cine en Colombia en la década del 90:
Rueda, Luis (director). (1999). Cartelera. Bogotá: Inravisión - Señal Colombia. Archivo Señal Memoria, BTCX30-005340.
En contraste, en una entrevista de comienzos de los 2000, realizada por Mario Jursich en Culturama., elabora una extensa reflexión sobre las posibilidades del vídeo como el formato idóneo para la producción documental:
Arenas, Paula (directora). (2007). Culturama. Bogotá: Señal Colombia. Archivo Señal Memoria, BTCX30-005083.
En esa misma entrevista, Ospina hace referencia a uno de sus más recurrentes postulados: la ausencia de memoria es la muerte. A propósito de las constantes referencias en su obra a este tema, se detiene en cómo su obsesión por la memoria parte de la premisa de rescatar del olvido a personas, temas y obras marginadas de las historias oficiales de la cultura en el país:
Arenas, Paula (directora). (2007). Culturama. Bogotá: Señal Colombia. Archivo Señal Memoria, BTCX30-005083.
Hasta siempre, Luis Ospina .Estarás en nuestra memoria como uno de los grandes creadores y guardianes del patrimonio audiovisual.(14 de junio de 1949-27 de septiembre de 2019).