En el periodo neolítico se hablaba de una gran deidad femenina que gobernaba la vida, la fertilidad, la agricultura, todo: la Diosa Madre. La Pachamama, Deméter, Houtu o Ganga son manifestaciones de este arquetipo, que luego fue reemplazado por la figura de un Dios masculino. En todo caso, cuando pensamos en el 8 de diciembre y el Día de la Inmaculada Concepción, necesariamente debemos tener en cuenta la figura de la Diosa Madre. María, precisamente, nació libre de pecado y así también tuvo a Jesús, según dicta el dogma, sin necesidad de la participación de un hombre.
La Tierra. O sea, femenino. Igual que la naturaleza. Y esta feminidad se intensifica si hablamos de la Madre Tierra, esa personificación divina del entorno que nos rodea con su poder para albergar la vida. La Madre Tierra, si bien puede ser apenas una expresión para hablar de nuestro planeta, aparece en distintos momentos a lo largo de la historia como una diosa fértil, como el origen de todo lo demás. Es, entonces, una Diosa Madre.
Las diosas madres son deidades femeninas que, precisamente, son el hogar de la fertilidad, a la vez que su representación. Son varias en distintas culturas. En América Latina la Pachamama puede ser una Diosa Madre en la región Andina, así como Coatlicue en México. En la Antigua Grecia, donde hoy es Sicilia, se adoraba a Deméter, diosa de la agricultura. Houtu, en China, significa literalmente reina de la tierra. Y Ganga, en India, le da su nombre al río Ganges.
Conoce acá más sobre Deméter y su hija Perséfone:
Vera Quintana, Gonzalo. Radioteatro dominical [Perséfone]. Bogotá: Radiodifusora Nacional de Colombia. Archivo Señal Memoria, RDNC-RMT-023320-01.
En su libro Cuando Dios era mujer, la profesora Merlin Stone plantea que en el periodo neolítico —cuando la fuerza de la reproducción caía totalmente en el vientre de la mujer más que en el esperma del hombre— era fuerte la creencia de que había una Diosa mujer, con rasgos distintos a los dioses masculinos de otras culturas, la Diosa Madre fundacional que articulaba la vida y la agricultura. Cuando llegaba la noche, la luna brillaba como imagen sagrada que representaba ese poder de la Diosa Madre, sus mareas y sus ciclos, sus estaciones, todo.
Luego de estar sola como máxima deidad, junto a ella se sentó una figura masculina, quizás un hijo o un hermano, que murió pronto. Esto estableció una relación de duelo al interior del culto a esta diosa. Su periodo de dominación de las creencias religiosas llegó a su fin con las invasiones de los indoeuropeos y su premisa de un Dios guerrero, en masculino. En algunas culturas se le dio sentido a este cambio como si ese Dios masculino fuera el esposo de la Diosa, un esposo que tomaba el poder sobre ella. En todo caso, si seguimos esta historia, nos encontramos con una base en la que la Diosa Madre era todopoderosa a través de las religiones hasta que no lo fue.
Probablemente la figura de la Diosa Madre tiene que ver con el rol fundamental que la Virgen María juega en el catolicismo. Esto es y ha sido motivo de debate, desde puntos claves en la doctrina católica como el Concilio Vaticano II. Hay teólogos que señalan que María no es de naturaleza divina sino humana. Aun así, es posible que el marco interpretativo de la Diosa Madre se haya mantenido estable en algunas comunidades para recibir la figura de María y ponerla en ese mismo lugar como creadora de la vida y abundancia, o sea, valga la redundancia, como Madre superior.
Hoy, 8 de diciembre, se celebra el Día de la Inmaculada Concepción. En 1854, con la bula Ineffabilis Deus, Pío IX declaró que María fue concebida sin pecado original, como luego lo sería su hijo Jesucristo. Esta noción asexual de la concepción de una figura divina, por cierto, no es original del catolicismo, pues el dios egipcio Horus también nació de Isis sin que hubiera coito con su padre Osiris. Y así, si seguimos volviendo hacia atrás, llegamos a la figura de la Diosa Madre, que surgió en un contexto en el que la capacidad femenina de dar a luz no estaba evidentemente relacionada con la participación masculina. Y, de cierta manera, esa premisa se mantiene constante en la concepción de Jesús: todo el poder está en la mujer, ella es la que da vida.
El dogma de la Inmaculada Concepción, entonces, propone que Dios libró a María, por ser madre de Jesús, de la mancha (o mácula, por eso María es inmaculada) que se pasaba de generación en generación de todos los humanos desde el pecado original de Adán y Eva. Por eso está llena de gracia. Al resto de humanos sí nos toca recibir la mancha que nos legó Eva al morder el fruto prohibido. Y esto se celebra el 8 de diciembre porque fue la fecha en la que tuvo lugar la batalla de Empel, en la que el ejército español salió victorioso en Flandes en la Guerra de los Ochenta Años, en 1585. El rumor dice que, mientras cavaba una trinchera, un soldado se encontró con una imagen de la Virgen. Le rezaron y salieron triunfantes, por lo que la fecha trascendió. En 1708, el Papa Clemente XI declaró el 8 de diciembre fiesta de guardar. En 1854, como ya lo dijimos, la Iglesia encabezada por Pío IX estableció el dogma de la Inmaculada Concepción.
El padre Juan de Jesús Anaya explica a mayor profundidad la figura de este día.
Dávila, Elvia Lucía (1998). La chiva [Día de las velitas, Virgen María Inmaculada]. Televideo S.A para Señal Colombia. Archivo Señal Memoria, BTCX30 009692.
Autor: Santiago Cembrano