En su programa, Manuel Currea recitaba, musicalizaba y escribía, un formato sencillo y bello. Era locutor, radioactor y autor de versos y tenía vocación de arquitecto. Al sentarse a desayunar, por ejemplo, cogía un papel y un lápiz y reproducía la nevera, el arco del techo y los planos espaciales de la cocina.
Actuar en radio también es cuestión de imprimir volúmenes y matizar. En la Fonoteca de La Radio Nacional de Colombia están registrados algunos de los personajes que interpretó en obras de Molière y de Eugene O’Neill, entre otras. También actuó en los dramatizados de la radio comercial. Su hijo, Jairo Currea, hombre de radio, como su padre, lo acompañaba a grabar en Todelar. Era muy pequeño, pero recuerda que aquellos elencos de actores adultos, en cierta manera, jugaban a contar historias y que ensayaban brevemente cada escena del libreto antes de grabarla. Aunque la tecnología ya les permitía equivocarse sin tener que repetir entero el capítulo de la novela, la radio de aquella época no acostumbraba a grabar primero los parlamentos para añadirles luego la música y los efectos sonoros. Si debía entrar una llamada apenas un actor dijera una determinada frase, el sonidista pulsaba el timbre del teléfono en ese preciso instante. Era un juego que se tomaban muy en serio.