Quitarse el sombrero fue, durante generaciones, un riguroso acto de cortesía practicado por los hombres en Occidente y su esfera de influencia. Esta es una historia de la evolución de esa prenda a partir del esfuerzo por indagar en los orígenes culturales de aquel gesto, desde las sociedades agrarias que dieron vida al gorro frigio y al sombrero vueltiao, hasta la contracultura del siglo XX que se lo quitó para siempre.
Los usos antiguos del sombrero
Se sabe que los sombreros han existido desde la Antigüedad y, de hecho, con él también se identifican los primeros códigos sociales sobre cómo, cuándo y quiénes debían usarlo. Por ejemplo, las civilizaciones Mediterráneas lo consideraban una prenda de uso exclusivamente masculino. Así ocurrió con el pétaso, que portaban el dios Hermes y los campesinos helénicos, o con el píleo egipcio, que al llegar a los romanos se incorporó a los rituales de manumisión de esclavos. La misma prenda que la Revolución Francesa confundió con el gorro frigio, convirtiéndola en uno de sus símbolos.
Aquel estatus, pero también su uso generalizado entre los varones, puede inferirse del hecho de ser, desde hace milenios, una prenda asociada al trabajo bajo el sol. Su origen remoto (nos lo recuerda la vocación viajera del dios Hermes) está en las sociedades agrarias que además de dividir socialmente sus actividades y espacios, también necesitaban cubrir la cabeza de quienes hacían las agotadoras faenas del campo. De eso dan razón el sombrero cónico del sudeste asiático, el fez norafricano popularizado por los turcos, o la tradicional hatta árabe.
De esos usos también han hablado durante siglos los pueblos de esta parte del mundo, como en el caso del ancestral sombrero vueltiao que visten desde hace más de mil años los pescadores y labriegos de los valles del Sinú y el San Jorge. Se trata de una prenda cuya elaboración implica una muy compleja codificación alrededor de cómo y quiénes la usan.
Benjamín Puché (1972). El sombrero vueltiao. Colombia: HJCK. Archivo Señal Memoria, HJCK-DGW-070277-01-SER001CPTDGW
El sombrero migra a la ciudad
Pero todo esto todavía no nos habla del momento en el que quitarse esta prenda se convirtió en un gesto de cortesía. Tendríamos que pensar, eso sí, en que desde épocas muy remotas quitarse el sombrero equivalía a dejar el trabajo, a sumirse en una actitud pasiva, a abandonar transitoriamente un estatus social que la prenda le estaba dando a quien la usaba. Así puede verse a propósito de los múltiples modelos de sombreros que aparecieron en la Europa medieval para diferenciar a señores de siervos, artesanos de profesionales liberales, cristianos de judíos, u hombres de mujeres. Por este motivo la prenda migró del campo a la ciudad y vio nacer la primera literatura occidental que reguló sus formas de uso. Por ejemplo, esto recomendaba en el siglo XV el célebre Erasmo de Róterdam en De la urbanidad de los niños: “si te sientas a la mesa con personas importantes, quítate el sombrero, pero procura estar peinado”.
En la Hispanoamérica colonial, esta práctica se extendió a la sociedad estamental que no solo se diferenciaba por el color de piel o el origen, sino también por quién usaba tricornio y quién sombrero de paja. Y de este modo, ponerse una prenda de vestir, en las sociedades altamente estratificadas, era una manera de mantener el orden social, como nos lo ha recordado el sociólogo alemán Norbert Elias. Pero eso también pasó con los rituales asociados a su uso, como lo fueron las complejas codificaciones de la etiqueta que empezaron a aparecer en Europa desde el siglo XVIII. Con toda esta historia detrás, el sombrero se había vuelto un símbolo innegable de la civilización.
David Feferbaum (s.f.). La música contemporánea. Colombia: Radio Nacional. Archivo Señal Memoria, RDNC-DGW-201155-01-SER001CPTDGW
Ahora sí, la norma de quitarse el sombrero
En medio de esa evolución, el sombrero también se convirtió en un elemento central en las normas de la cultura burguesa. Ahora no solo una prenda precisaba la posición social, sino también la forma de usarla, cuestiones que incluso se ligaron a un diseño particular: el sombrero de copa, cuya popularidad en el siglo XIX se asocia al rito del saludo y a su uso en Inglaterra por cuenta del príncipe Alberto. En Francia apareció, por ejemplo, una guía impresa del Conde de Larmandie sobre las ocasiones y lugares donde hombres y mujeres debían quitarse el sombrero e incluso sobre el tiempo en el que este debía permanecer en el aire cuando se efectuaba ese ritual.
Si bien a Colombia no llegó aquel libro, sí influyó por casi un siglo el Manual de urbanidad escrito en 1853 por el diplomático venezolano Manuel Antonio Carreño, el cual incluye diecinueve normas asociadas al uso del sombrero. Algunas de sus reglas sobre cómo y cuándo quitárselo fueron las siguientes:
“Cuando saludemos a señoras o a otras personas respetables, no nos limitaremos a tocarnos el sombrero, sino que nos descubriremos enteramente… Para quitarnos y tocarnos el sombrero, y para todos los movimientos de cortesía en que hayamos de usar la mano, empleemos generalmente la derecha… No dirijamos nunca la palabra con el sombrero puesto a una señora o a una persona constituida en alta dignidad”.
RFI (1995). Revista Dominical. Colombia: HJCK. Archivo Señal Memoria, HJCK-DGW-201080-01-SER001CPTDGW
El fin de la era del sombrero
A lo largo del siglo XX, las revoluciones sociales y culturales que de maneras tan diversas sacudieron al mundo, desencadenaron una lenta desaparición de la etiqueta del sombrero y, posteriormente, del sombrero mismo. La culpa fue compartida por el aumento en la producción industrial de una prenda que se había vuelto aparatosa; la incomodidad que implicaba su uso; su adopción en nuevos oficios extendidos a toda la sociedad; el acto de rebeldía que para sectores de la cultura implicaba dejar de usarlo y, por supuesto, la crítica al rancio ceremonial y al elitismo de los manuales que regulaban su uso.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, los jóvenes se visibilizaron como nuevos sujetos económicos, políticos y culturales. En aquel proceso hirieron de muerte al sombrero al quitárselo como un elemento distintivo de su generación. Nunca más volverían a ponérselo. Fue necesario esperar a que se convirtiera en un símbolo de extravagancia u originalidad para que en el siglo XXI regresara, eso sí, sin la etiqueta de antaño.
HJCK-RMT-201080-01_3054-3556 Ficha técnica: RFI (1995). Revista Dominical. Colombia: HJCK. Archivo Señal Memoria, HJCK-DGW-201080-01-SER001CPTDGW
Autor: Felipe Arias Escobar