La destrucción o derribamiento de monumentos en diferentes partes del mundo en los últimos años nos habla más de la sociedad contemporánea que de las figuras representadas en estos bienes. Aunque cuando se erigieron se hicieron con el propósito de evocar personajes y acontecimientos históricos, en la actualidad muchos los ven como representación del exterminio o de la esclavitud de comunidades pasadas.
Protestas y monumentos
En las primeras décadas del siglo pasado diferentes sociedades de mejoras y ornato, así como juntas conmemorativas, se propusieron embellecer sus ciudades con la edificación de distintos monumentos de personajes históricos. A lo largo y ancho de América escultores locales e internacionales participaron en la erección de estatuas de recordados personajes que habían cumplido una labor ya sea en los procesos de conquista y colonización del territorio como en sus independencias.
Así, los reyes católicos, Cristóbal Colón, Simón Bolívar, entre muchos otros, terminaron ornamentando plazas, calles o avenidas. En Colombia, a finales de la década del cincuenta se creó, además, la Ley de Monumentos Nacionales para proteger a estos objetos que ya empezaban a verse como patrimonio histórico y artístico. Sin embargo, poco a poco sus figuras se fueron convirtiendo en parte del paisaje cotidiano de cientos de transeúntes que dejaron de preguntarse quiénes eran esos personajes esculpidos en bronce u otros materiales, que permiten su permanencia en la intemperie.
Aunque la Ley de Cultura de 1997 creó políticas públicas para su conservación y salvaguarda, muchos de ellos empezaron a sufrir irreversibles procesos de deterioro; al tiempo, la ausencia de una cátedra de Historia en los currículos escolares hizo que las nuevas generaciones desconocieran por completo quiénes eran esas figuras representadas a las que solo las palomas y los turistas visitaban con frecuencia.
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Paralelo a esto, se fueron creando colectivos y grupos activistas que exigían la erección de monumentos más diversos y que dieran cuenta de una sociedad pluricultural. No obstante, no fue sino hasta el asesinato de George Floyd en Estados Unidos, por hechos comprobados de abuso policial, y las consecuentes protestas en contra del racismo bajo el lema “Black Lives Matter”, que se impulsó el derribo de monumentos como parte del llamado a una sociedad más igualitaria y equitativa.
La primera víctima fue la estatua de Cristóbal Colón en Saint Paul, ciudad adyacente a Minneapolis, donde murió George Floyd. Le siguieron varios monumentos durante el estallido social en Chile y las manifestaciones en Colombia, donde terminaron en el piso las esculturas de Sebastián de Belalcázar y Gonzalo Jiménez de Quesada en Popayán, Cali y Bogotá, respectivamente.
Con respecto a la primera, ubicada en el Morro del Tulcán de Popayán, la Dirección Nacional de Información y Prensa (DINAPE) le dedicó unos segundos en un documental sobre la capital caucana.
DINAPE (Productor). (ca. 1957). Popayán. [Documental]. Colombia: Dirección Nacional de Información y Prensa. Archivo Señal Memoria, BTCX30-021640
El 16 de septiembre del 2020, representantes de la comunidad indígena misak decidieron tumbarla, durante su Asamblea Permanente, señalando que Belalcázar no dignifica a las etnias indígenas que prevalecen en la región del Cauca. Así lo dejó ver el gobernador del cabildo Luis Enrique Hurtado en diálogo con los periodistas de Colombia al Aire.
Fuentes Lasso, Juan Carlos (Locutor). (2020). Colombia Al Aire. [Periodismo informativo]. [Noticias del 17 de septiembre de 2020]. Colombia: Radio Nacional de Colombia. Archivo Señal Memoria, RNDC-DGW-224266-01
Rápidamente su derribo generó polémica entre políticos, académicos y ciudadanía en común, que se mostraron a favor o en contra de la decisión. Mientras algunos sostuvieron que se trataba de actos vandálicos que atentaban contra la preservación de bienes culturales, otros señalaron que hay monumentos que se convierten en una agresión para grupos históricamente discriminados como son los afro y los indígenas.
Unos meses más tarde, en el marco de las protestas del Paro Nacional de 2021, miembros de la comunidad misak llegaron muy temprano a la plazoleta sobre la colina Sebastián de Belalcázar en Cali y derribaron el monumento esculpido por el español Victorio Macho, en homenaje al fundador de la ciudad. Aunque el actual alcalde de Santiago de Cali, Jorge Iván Ospina, rechazó el derribo, también indicó la necesidad de crear otro tipo de monumentos más acordes a los ideales de la sociedad actual.
Lasso, Juan Carlos (Locutor). (2021). La Señal de la Mañana. [Periodismo informativo]. [abril 28 de 2021]. Colombia: Radio Nacional de Colombia. Archivo Señal Memoria, RNDC-DGW-226331-01
Al igual que sucedió con las autoridades locales de Popayán, Jorge Iván Ospina aseguró que la estatua de Belalcázar volvería a su pedestal original, que actualmente se encuentra vacío.
Pedestal de la escultura a Sebastián de Belalcázar. Santiago de Cali, 2021.
No obstante, miembros de las comunidades indígenas y manifestantes en general han señalado que dichos monumentos deben desaparecer del espacio público, al representar la masacre de grupos nativos de América. Así lo afirmó el líder de la comunidad misak Didier Chirimuscay, luego de que el 7 de mayo de 2021 se derribara la estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada, que estaba ubicada en la plazoleta frente a la Universidad Rosario, en Bogotá.
Lasso, Juan Carlos (Locutor). (2021). La Señal de la Mañana. [Periodismo informativo]. [mayo 07 de 2021]. Colombia: Radio Nacional de Colombia. Archivo Señal Memoria, RNDC-DGW-226274-01
La acalorada discusión que sostiene Chirimuscay con el equipo periodístico de La Señal de la Mañana deja ver dos posturas contrarias que se encuentran en medio del derribo de monumentos. Por un lado, los juicios de valor que desde el presente se hacen a personajes del pasado y, por el otro, los reproches que un sector de la población hace a quienes deciden destruir monumentos considerados patrimonio cultural de la nación.
El debate está lejos de estar zanjado. La destrucción de monumentos es una práctica histórica que tiene como hechos recientes la caída del muro de Berlín (1989) o la estatua de Sadam Hussein (2003). Su mantenimiento como símbolos de memoria también es una práctica antiquísima, como cuando los reyes católicos decidieron mantener en firme la Alhambra de Granada, en el contexto de la guerra contra los moros, a finales del siglo XV.
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Lo cierto es que con su derribo las estatuas volvieron a estar en los ojos de la ciudadanía, luego de décadas de olvido y abandono. Quizás el retorno de la cátedra de Historia a las aulas escolares permita que las nuevas ciudadanías entiendan que dichos personajes allí representados no deben juzgarse con conceptos contemporáneos como el de masacre, violación o genocidio; y, las autoridades locales y nacionales busquen otros espacios, como los museos de la ciudad, para albergar estos bienes patrimoniales.
Autora: Viviana Arce