Pablo Neruda, uno de los poetas más importantes del siglo XX, ganó el 21 de octubre de 1971 el Premio Nobel de Literatura. Su poesía, influenciada y admirada por sus contemporáneos, es la poesía del amor, de la contemplación y del detalle, de todas las cosas, que son pequeñas, como un alfiler o una cebolla, y grandes, como el ser o la muerte.
Hoy, hace cincuenta años, Pablo Neruda recibió una llamada que cambió la historia de la literatura latinoamericana para siempre: la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura por “ser autor de una poesía que, con la acción de una fuerza elemental, da vida al destino y los sueños de un continente”.
Su obra más popular y ampliamente conocida en el mundo es el temprano poemario Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924). Y sí, Neruda fue un poeta del amor, de la contemplación y del detalle, pero de una forma muy amplia, pues no solo cantó a las mujeres y al amor romántico, sino a la vida, al pueblo chileno, a las contradicciones de la existencia y a las cosas más simples y pequeñas de la tierra como una cebolla, un alfiler o un hilo: “Amo / todas / las cosas, / no porque sean / ardientes / o fragantes, / sino porque / no sé, / porque / este océano es el tuyo, / es el mío”.
Su vida y su recuerdo, como el de cualquier hombre, están llenos de dolores y de alegrías por igual y de contradicciones también. Perteneció al partido comunista chileno y, al tiempo, compartió espacios con las más altas esferas de la sociedad europea, algunos lo llamaron en su tiempo “comunista de champán”, dedicó gran parte de sus versos a alabar la belleza de la mujer, pero en sus memorias y biografía relucen el descuido de su hija enferma y un episodio de sórdida violencia contra una mujer, mientras era cónsul en Sri Lanka, su apego y amor profundo hacia la tierra y al pueblo chileno contrasta con los viajes al exterior, por trabajo, deseo o exilio, que ocupan gran parte de su adultez. La avidez y el asombro con el que recorrió y pensó el mundo acompaña la dolorosa enfermedad, un agresivo cáncer de próstata, que hizo que lo abandonara.
En su poemario Estravagario (1958), una obra que marca un antes y un después en la escritura de Neruda por su tono juguetón y autocrítico, la muerte es una de las obsesiones del poeta, que se niega a morir, que pide como últimos deseos al amor eterno y al verano, como si uno pudiera darse ese lujo antes de abandonar este mundo, que aun bajo tierra y lleno de raíces y de semillas sigue vivo, respira, renace. Esa es quizá la imagen que queda de Pablo Neruda, la de un poeta que ha muerto, pero que no, que es y que sigue, que renace en sus lectores, que queda en los versos y en las cosas pequeñas o grandes que describió, que ya no son solo cosas, que son poemas y pensamiento.
En el Archivo de Señal Memoria, durante una transmisión en el programa De viva voz, se conserva una grabación de Neruda leyendo “Pido silencio”, uno de los poemas de Estravagario, en el que la voz poética reconoce en el silencio a la poesía y en la muerte a la vida.
Radiodifusora Nacional (Productor). (1982). Programa De viva voz 58 [CD] :Pablo Neruda. [Transmisión Radiofónica]. Colombia: Radiodifusora Nacional. Archivo Señal Memoria, CD13842
Autora: Laura Sepúlveda Yusti