“La pared y la muralla son el papel del canalla”. Esta frase, conocida por todos, bien pudo haber sido pronunciada por el virrey Ezpeleta y su corte cuando el 19 y el 20 de agosto de 1794 aparecieron fijados en algunos muros de la ciudad de Santafé unos “pasquines sediciosos”. Escritos en verso, y en un tono inocente, los pasquines reclamaban menos impuestos y más igualdad:
En la tienda de don Vicente Prieto:
Si no quitan los estancos
Si no cesa la opresión
Se perderá lo ganado
Tendrá fin la usurpación
Posiblemente y, a pesar de que para ese entonces no se utilizaba el término graffiti, ya el uso de la pared como espacio de expresión y el anonimato como garantía de seguridad, empezaban a usarse para lanzar al público algunas reivindicaciones políticas.
Pasquines
Una vez se conocieron los pasquines, las autoridades del Virreinato de la Nueva Granada empezaron a mover cielo y tierra para apresar a los presuntos implicados. Las noticias llegaron a España y en el Archivo de Sevilla reposan intactos los expedientes.
Antonio Nariño, el médico Luis Rieux, Francisco Antonio Zea; el sobrino del Sabio Mutis: Sinforoso Mutis, y José Antonio Ricaurte fueron acusados de la publicación de estos pasquines, pues su aparición coincidió con la impresión de la traducción de los Derechos del Hombre. Aún no se sabe a ciencia cierta si ellos estuvieron implicados. Sin embargo, todos pagaron por la sospecha. El hecho de ser opositores al régimen colonial y, además, de participar de tertulias y discusiones salidas del discurso dominante los hacía poco confiables e indeseables.
Los pasquines sediciosos y los Derechos del Hombre hacían parte de un hecho político. No obstante en el caso de los pasquines, al igual que lo que ha sido el graffiti, el humor y la ironía provocaban cercanía con el pueblo y, por lo tanto, temor en las autoridades. ¡La pluma siempre será más fuerte que la espada!
Imagen: Pasquines sediciosos en Santa Fe, 1794. Archivo General de Indias, Sevilla. España