En Cundinamarca está el Parque Arqueológico de Facatativá, también conocido como las Piedras del Tunjo, de grandes abrigos rocosos y misteriosas pinturas rupestres. Ciertos mitos señalan que su origen es diabólico. Algunos estudios sitúan las pinturas en el periodo precerámico, hace 8.000 años. Aunque hoy las pinturas están muy deterioradas por agentes humanos y naturales, el Parque es un gran lugar de esparcimiento familiar. Puntos como la piedra de la rana o la piedra de los presidentes son sus sitios principales. En diciembre de 2020 fue declarado Bien de Interés Cultural del ámbito nacional.
La leyenda cuenta que una vez un sacerdote de Quito y el diablo hicieron un trato. El sacerdote quería construir una iglesia grande. No cualquier iglesia, claro, esa la podía hacer él, sino la iglesia más grande. Tan grande que necesitó ayuda. Y recurrió al diablo, que como precio le cobró su alma al sacerdote. Hecho el acuerdo, empezó la operación. El diablo y sus trabajadores —diablitos, quizás— empezaron a llevar rocas enormes del norte al sur de América. Cuando iban por el altiplano cundiboyacense el diablo supo que el sacerdote había huido, quizás arrepentido, quizás para evitar pagar el precio pero, en todo caso, la misión tuvo que ser abortada. Frustrados, el diablo y su gente botaron las piedras en el camino y volvieron a lo suyo. Esa es la leyenda fundacional del Parque Arqueológico de Facatativá, de sus abrigos rocosos que se levantan del suelo como si la tierra se hubiera sacudido para quedar así.
Marchal, Jacques (2000). Aprendamos a convivir [Capítulo 102 - Vivero]. Bogotá: Inravisión. Archivo Señal Memoria, BTCX30 008911.
En Facatativá, un municipio a 35 kilómetros de Bogotá que antes se llamaba Tocatativá, está el Parque Arqueológico de Facatativá, una puerta de pinturas rupestres y abrigos rocosos que nos permiten entrar a conocer el pasado precolombino del altiplano cundiboyacense y del resto de Colombia. De entrada, esto ya es inusual: a solo 1 kilómetro de la plaza de Facatativá no hay otro parque arqueológico en Colombia que esté metido en el casco urbano de una población. Por eso el lugar, conocido también como las Piedras del Tunjo, es único. Además, es un pulmón al que las familias pueden ir para despejarse, caminar, hacer ejercicio y respirar aire purísimo.
Según las investigaciones de 2013 y 2014 del profesor José Vicente Rodríguez de la Universidad Nacional, en el periodo precerámico, hace 8.000 años, los humanos que habitaban el sector que hoy es Facatativá dibujaron los pictogramas que actualmente son parte fundamental del espíritu del Parque. Así lo cuenta Daniel Castañeda de su equipo pedagógico. Sin embargo, como concede el mismo Castañeda, el origen de los pictogramas ha sido objeto de especulación y distintas teorías: unas señalan que vienen de la época muisca, otras que datan del periodo Herrera.
Es más, todavía no es totalmente claro si los pictogramas son de un solo periodo o de varios. Por eso hay mitos como el del diablo y versiones que señalan que las imágenes de las Piedras del Tunjo son similares a las de un desierto australiano, que fueron hechas hace 40.000 años. Aun así, el relato predominante es el que reproduce Castañeda: esos primeros pobladores precerámicos de la zona dejaron su marca en Facatativá y, quizás, en otras partes de la región.
Carrizosa Posada, Diego (1998). Descubriendo [32]. Facatativá: Diego Carrizosa Posada & Asociados TV para Señal Colombia. Archivo Señal Memoria, BTCX30 012207.
La piedra de la rana —de forma icónica, la cual cuenta su historia geológica y con arte rupestre en sus paredes—, la rotonda, la piedra de los presidentes, la piedra de las trillizas y el lago, son algunos de los principales espacios del Parque por su importancia para la comunidad. Sobre la piedra de los presidentes Castañeda cuenta que también es conocida como galería liberal. Alberga retratos de Rafael Uribe Uribe, Ricardo Gaitán Obeso, Zenón Figueredo, ninguno de los cuales fue presidente. Los que sí lo fueron y cuentan con su rostro en esta piedra son Francisco de Paula Santander y Manuel Murillo Toro. Y, sin embargo, la piedra se pintó en 1915, un año después del asesinato de Uribe Uribe.
La historia del Parque arranca en 1889, cuando el presidente Carlos Holguín lo declaró monumento nacional. A pesar de este título, en las primeras décadas del siglo XX fue utilizado como cantera: los que pasaban por allí escuchaban las explosiones que dinamitaban las rocas para sacar materiales y recursos. De hecho, algunas de las cuevas que hoy se encuentran en el Parque fueron generadas por esas explosiones. Entonces en 1936 el predio fue expropiado para poder protegerlo, y en 1946 nació oficialmente el Parque. El 9 de diciembre de 2020 fue declarado Bien de Interés Cultural del ámbito nacional, un hito que continúa con este proceso de reconocimiento del valor arqueológico del territorio.
Toda la protección legal ha sido insuficiente para hacer frente al paso del tiempo y a la acción humana. Por eso las pinturas rupestres del Parque son muy tenues, apenas si se ven. Es más su huella y su memoria que aquello que se alcanza a apreciar. Sea como consecuencia de actos de vandalismo o de agentes naturales, o tal vez por los años en los que era una cantera, lo que queda de estos pictogramas son resquicios. Aun así, solo se necesita una mirada para entender su importancia y sentirse impresionado por su belleza. Y por eso mismo siguen tomándose medidas para protegerlo, como la prohibición de hacer asados en su entorno.
Martínez, Hernando (1982). Conozco a Colombia [Facatativá]. Facatativá: S.A.S Televisión. Archivo Señal Memoria, UMT-207853.
Autor: Santiago Cembrano