Publicado el Vie, 02/11/2012 - 12:08
Poblaciones
Proyectando Memoria: Cuando recordar la muerte es necesario para reivindicar la vida
Es cierto que todos los humanos tienen una "fecha de caducidad", entendida como la existencia de un día en el que la realidad biológica de la vida ha de culminar. Y se esperaría si, que se muriera de manera natural; que se muriera porque los procesos no pueden continuar o han llegado a su fin. Pero no es esto algo que suceda comúnmente. Nuestras condiciones históricas, referidas a nuestra vida como república independiente, nos refieren a más de 202 años de constantes luchas que dejan como resultado un historial de muertes violentas no despreciable. Los colombianos del siglo diecinueve, del siglo veinte y de este nuevo milenio, hemos estado conviviendo con la muerte a través de múltiples situaciones. Nos remontamos a un historial que nos habla de las luchas independentistas, la guerra de los mil días, la violencia bipartidista, la narcoviolencia, los confrontamientos con los grupos alzados en armas, la violencia urbana y también la violencia doméstica.
Situaciones, hechos y protagonistas de un espiral de la muerte que ha sido cuestionado y analizado por diversas áreas de estudio. La muerte, como situación y como hecho ha dejado en claro que su lugar en Colombia no siempre es el darle descanso al cuerpo; la muerte alerta y previene a los vivos o los hace estar atentos.
Durante los últimos cincuenta años, los registros históricos nos hablan de situaciones como muertes violentas en acciones como la llamada corbata colombiana (práctica consistente en degollar a una persona y sacar su lengua por la garganta), explosiones de minas antipersonales, venganzas, víctimas del narcotráfico, los crímenes de los alzados en armas, la delincuencia común que ha terminado por generar una estadística para nada orgullosa que nos dice que Colombia es el quinto país más violento del mundo (Informe de la organización Small Arms Survey, con una tasa de 38, 3 homicidios por cada cien mil habitantes y 17459 homicidios en el 2011 según el instituto de Medicina Legal).
Si a esta situación le añadimos además la generación de daños materiales e inmateriales en nuestro país, tenemos un material de análisis y estudio que nos interesa abordar desde nuestro trabajo de recuperación de memoria. Es así como llegamos a un proyecto con el cual estrechamos un vínculo y con el cual desarrollaremos actividades conjuntas en el mes de noviembre. Se trata de Proyectando memoria. Como realidad de trabajo y acción, este proyecto ha llevado a cabo una serie de viajes por nuestro país, presentando el documental llamado Beatriz González ¿Por qué llora si ya reí?
Nosotros, llevamos a cabo una labor de acompañamiento a este proceso, registrando las voces de los ciudadanos de poblaciones de Cundinamarca y el Valle del Cauca que han sufrido la violencia y que tienen particulares recuerdos sobre la muerte. Generamos así memoria sobre aquellos hechos y situaciones que nuestro país tiene como referencia a la muerte y que esperamos no se repitan.
Queremos compartirlos con ustedes y ofrecerles un contexto sobre la situación particular de violencia y muerte en cada población.
La Palma (Cundinamarca)
Este pueblo, ubicado al norte del departamento, tiene recuerdos de una confrontación constante entre liberales y conservadores desde el siglo pasado. Con el paso de los años, la primera oleada de violencia de mediados del siglo veinte, pasó luego a un recrudecimiento de los combates entre la guerrilla y el ejército que entre los años 2002 y 2003, culminaron con cientos de muertos y de nuevas viudas.
Recuerdos sobre la violencia
Reflexiones sobre la violencia
Cómo afecta la violencia
Secretario de Cultura habla de La Palma
Entrevista al escritor del libro "Tras las huellas"
Trujillo (Valle)
Entre los años 1988 y 1991, y posteriormente entre 1994 y 1988, esta población vivió dramáticas escenas generadas no por una, sino por varias muertes de civiles y campesinos en lo que la opinión pública conoce como episodios de narcotráfico y lucha de poder, unido a corrupción, engaños y violencia paramilitar. Fueron frecuentes las muertes sistemáticas que dejaron como saldo 340 crímenes que aún están por resolverse.
Historia de los ebanistas
Canto a la masacre
El río como cementerio
El monumento y el Padre Tiberio
Fecha de publicación original Vie, 02/11/2012 - 12:08