Por mucho tiempo las interpretaciones de este clavecinista colombiano fueron referencia obligada de los aficionados a la música renacentista y barroca alrededor del mundo.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, la interpretación de música renacentista y barroca dejó de ser la rareza que fue a principios de siglo, por lo que poco a poco se dio paso a un tipo de valoraciones que llevaron a desarrollar una práctica interpretativa con pretensiones de autenticidad.
El uso de instrumentos de época o copiados sobre tales modelos y la recuperación de partituras originales fueron, entre otros, usos característicos para la recreación de circunstancias, estilos y filosofías de interpretación que se estimaron cercanas a las originales. Es en ese marco en el que Rafael Puyana empieza a figurar con notorio alcance internacional como virtuoso intérprete del clavecín.
Su extensa discografía, de la que un alto porcentaje no ha contado con la fortuna del traspaso al soporte digital, da cuenta de una activa carrera que a partir de la década de 1960 lo ubica al lado de promisorias figuras que, como él, con el paso de los años obtuvieron un elevado estatus en el escenario de la “música antigua”.
Un disco como Música para guitarra y clavicémbalo (1972) contó con el hoy afamado guitarrista John Williams y Jordi Savall, intérprete de la viola da gamba y referente ineludible al momento de abordar la interpretación musical de repertorios renacentistas y barrocos. La publicación, además de la obra de Rudolf Straube (1717 - ca.1785), contiene repertorios modernos para la instrumentación, como aquellos escritos por Manuel María Ponce (1882 - 1948) y Stephen Dodgson (1924 - 2013).
Por su parte, Tres cantigas del Rey para soprano, clavicémbalo y cuarteto de cuerda. Partitas para clavicémbalo (1972) es otro disco cuyo repertorio hoy puede admirarse con algo de curiosidad frente a la preeminencia de la música barroca en el catálogo de Puyana, particularmente sus versiones de la obra de Domenico Scarlatti (1685 – 1757) y Antonio Soler (1729 – 1783), junto con sus múltiples grabaciones de la obra de Johann Sebastian Bach y la de sus descendientes.
Esto convierte a Puyana en un músico integral, que de manera consecuente con su célebre maestra, Wanda Landowska (1879 – 1959), de quien se dice llegó a ser su más representativo discípulo, encontró en el clavecín un medio expresivo atado a la estética en la que se originó, pero así mismo entroncado en un presente al que pudo aportar un amplio campo expresivo del que no fue ajeno el ánimo experimental del siglo XX.
Lamentablemente en la actualidad, no se tiene una percepción clara de la incidencia ejercida por Puyana en la transición que tuvo la música renacentista y barroca desde su concepción en la primera mitad del siglo XX, hasta el surgimiento y desarrollo de la creación e investigación de las llamadas interpretaciones historicistas o en inglés historically informed performance (HIP).
A pesar de que, una vez establecidos ciertos cánones, la “música antigua” llegó a ser un apreciado renglón del mercado musical y la “autenticidad” fue una efectiva herramienta de la promoción discográfica, muchos de sus productos cayeron en el olvido con el paso de los años. Sus más sobresalientes protagonistas todavía son recordados con ánimo, pero la dificultad para apreciar su obra en conjunto redunda en una percepción incompleta y conjura el círculo vicioso de una historia parcial y fragmentaria.
Toccata con lo Scherzo del Cuculo en La Mayor (Bernardo Pasquini). Interpreta Rafael Puyana, clavecín.
