Desde mediados del siglo XVI, cuando se formaba la sociedad colonial de la Nueva Granada, la joven ciudad de Popayán empezó a definir una tradición cultural que hoy es reconocida y enaltecida en el resto del mundo. Su Semana Santa es única gracias a su patrimonio artístico, sus rituales, sus memorias y, en general, a una riqueza que hace parte de la identidad de los payaneses. Y al contrario de lo que podrían creer algunos observadores modernos, la suya es una historia diversa e incluyente que también se puede escuchar en nuestros registros sonoros.
Los “primeros pasos” de Popayán
Desde 1558, cuando el rey español Felipe II firmó la real cédula que reglamentaba las procesiones de Semana Santa en el Nuevo Mundo, se puede documentar esta práctica tradicional en Popayán. Sin embargo, los testimonios escritos sobre su realización y costumbres fueron esquivos durante los dos primeros siglos de la dominación colonial, como lo mencionaba el Museo Nacional en un estudio previo a la declaratoria patrimonial de 2010. De acuerdo con este mismo estudio, en sus inicios se trató de una actividad de los sectores populares que poblaron la Ciudad Blanca: artesanos indígenas, mestizos y negros que se convertían en cargueros de las imágenes de las nacientes iglesias conventuales. Fue gracias al enriquecimiento de la ciudad, gracias a las minas y haciendas que la rodeaban, que las élites se apropiaron del evento al agregarle objetos suntuarios a las imágenes religiosas, la mayoría elaboradas en el siglo XVII en talleres españoles, quiteños y neogranadinos. A la tarea también contribuyeron las numerosas cofradías o asociaciones de laicos encargadas de promover un culto específico, mientras las órdenes religiosas masculinas y femeninas se erigían en la ciudad.
Cuando la Nueva Granada se convirtió en virreinato en el siglo XVIII, la prosperidad económica llegó a Popayán y con ella unas élites deseosas de engalanar sus tradicionales pasos. Desde entonces y por medio de donaciones y testamentos, las iglesias de la ciudad añadieron adornos y rituales que le dieron a su Semana Santa un carácter único en Hispanoamérica. Ya para entonces existía una larga tradición de rituales y protocolos de organización respetados por todos los miembros de la comunidad. Por ejemplo, desde 1675 se conocen instrucciones del Cabildo para el aseo y ornato de las casas de las calles por donde pasan las procesiones.
Fonseca de Ibáñez, Cecilia (1989). XXVI Festival de Música Religiosa de Popayán. Colombia: Radio Nacional. Archivo Señal Memoria, RDNC-DGW-015615-01
Olor de santidad (y también visión y sonidos)
Por un lado estuvo ese origen sociocultural mixto, por otro el principio cristiano de integrar sin distinciones sociales a todas las almas devotas. Ambas cosas nos dejaron la tradición según la cual bajo sus trajes, los cargueros no revelan su origen. Esa igualdad transitoria se expresa en el uso del capirote o capucha que, dice la tradición, fue introducido durante la guerra de Independencia por el obispo Salvador Jiménez de Enciso y que en la guerra de los Supremos permitió al insurgente José María Obando desfilar sin ser reconocido. Es así como luego de prepararse durante todo el año, se realizan procesiones desde el Viernes de Dolores (el último anterior a la Semana Santa) para luego continuar desde el Domingo de Ramos hasta el Sábado Santo (antiguamente también se desfilaba el Domingo de Pascua).
Todo lo anterior ha formado un patrimonio inmaterial expresado en el vocabulario, la definición de funciones de cada carguero, sahumadora, músico o alumbrante y por supuesto, los sentimientos de cohesión social e identidad del pueblo payanés alrededor de sus procesiones. De aquellos siglos barrocos en los que se formó esta tradición, nos queda una experiencia multisensorial en la cual se integran la vista a través de los complejos trabajos de ebanistería, la ornamentación con metales preciosos y la teatralidad de las escenas de las imágenes, el oído por medio de las lecturas y cantos litúrgicos, además del Festival de Música Religiosa celebrado desde 1964, el olfato a través de los cirios y el incienso…
Semana Santa para leer y escuchar
Todas esas características hicieron que Colombia inscribiera en 2009 ante la Unesco a la Semana Santa de Popayán en la Lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, siendo la primera vez en el mundo que una celebración de este tipo obtuvo esa distinción. Una muestra de ese valor no solo lo encontramos en imágenes sino también en sonidos. Es por eso que en medio del extenso acervo audiovisual sobre la celebración, hemos decidido reconocer también su presencia en el archivo sonoro con la lectura del escritor Jaime Paredes Pardo (1911-1985), en la que evoca sus recuerdos de infancia asociados a la Semana mayor. Un documento que invitamos a complementar con el episodio de Las Historias de Diana Uribe dedicado a esta fiesta tan tradicional en Colombia.
Paredes Pardo, Jaime (1975). Semana Santa en Popayán. Colombia, HJCK. Archivo Señal Memoria, HJCK-DGW-072611-04-SER001CPTDGW
Autor: Felipe Arias Escobar