Totó la Momposina nació en Talaigua (Bolívar) en 1940, en una familia de músicas por tradición y filiación. Empezó con un grupo familiar que tocaba cumbias, bullerengues y porros y no ha parado desde entonces. Es un referente de la música del Caribe, pero además de sus canciones, en la vida de Totó La Momposina la investigación y el estudio han sido importantes a la hora de comprender nuestra cultura popular y nuestro folclor. Por eso argumenta que no se pueden quedar simplemente en piezas de museo.
La antropóloga Gloria Triana, creadora de la serie Yuruparí, supo que tenía que conocer a Totó la Momposina antes de siquiera saber cómo se llamaba. La vio cantando en televisión un domingo a inicios de los años setenta y quedó intrigada por cuenta de su música, su figura y su carisma, aun si todavía no entendía bien los secretos de la tambora y el chandé y todo lo que había detrás de canciones como La verdolaga, Tres golpes y La candela viva.
Así lo cuenta Ángela María Molina en Gloria Triana: un viaje que no termina, y añade que Triana pudo conocer al fin a Totó cuando la invitaron a una fiesta en su casa, que abría sus puertas como un gran centro cultural del Caribe, al sur de Bogotá. La antropóloga quedó impresionada por la calidez de la familia y la fuerte presencia de la cultura popular colombiana. E igualmente por el nivel de la fiesta, claro: duró tres días e incluyó una gran olla de sancocho. Triana entonces supo que esa artista bautizada como Sonia Bazanta Vidales, nacida en 1940 en Talaigua (parte de la depresión momposina de Bolívar), la cual había errado con su familia a lo largo y ancho de Colombia huyendo de la Violencia, era especial. Y, sobre todo, que compartían la pasión por la cultura popular.
En 1999, Totó habló con Margarita Vidal sobre su infancia, su familia y sus inicios en la vida y en la música.
Vidal, Margarita (1999). En blanco y negro con Margarita [Totó La Momposina]. Bogotá: Inravisión - Señal Colombia. Archivo Señal Memoria, BTCX30 011469.
Se podrían escribir varios libros sobre la carrera de Totó, que desde niña recibió ese sobrenombre por parte de su familia y se quedó Sonia solo para el padre de sus hijos. La música la acompañó desde que nació: grandes músicos y artistas rodeaban su entorno y así se empapó de ellos. Tanto por el lado de los Bazanta como por el lado de los Vidales, la tradición musical era amplia. Por eso, la entrada de Totó a la música se dio con la conformación de un grupo familiar que interpretaba bullerengues, cumbias, porros y más. Recibió el testigo de la tradición y la continuó impulsando hacia adelante.
En los años setenta Totó y su grupo ya estaban tocando en todo el mundo. En 1982 cantó en Suecia su cumbia Soledad en la ceremonia de entrega del Nobel a García Márquez. Se quedó en París estudiando y aprendiendo, a la vez que impulsaba su música y la de Colombia en eventos. Era casi como una embajadora de la música colombiana ante el resto del globo en calidad de intérprete e investigadora. Siguieron álbumes sobre álbumes y temas sobre temas que se han llevado Grammys y aplausos allá donde ella ha pisado. Y quizás uno de los principales premios consiste en que nuevos artistas latinos que también trabajan con y desde el folclor, la reconozcan como un referente y la hayan invitado a colaborar, como quien valida lo propio con una autoridad en la materia: Carlos Vives, Calle 13, Pablo Milanés, Lila Downs y Celso Piña son algunos de los que han mostrado ese gran respeto por esta gran figura de la divulgación de la música del Caribe colombiano.
Por eso, aunque se podrían escribir varios libros sobre la carrera de Totó La Momposina como música, no se puede pasar por alto toda su labor investigativa, que potencia su creación y enaltece la tradición para que no se quede, justamente, en tradición, sino que se mantenga viva. Cuando Gloria Triana y Totó se conocieron se hicieron amigas y se fueron a viajar por Colombia para aprender más de la cultura popular del país. Los pueblos de la ribera del Magdalena las vieron llegar en busca del secreto de las cantaoras y los tamboreros y su relación con el río, como lo cuenta Molina. El interés no era solo por la música sino por la vida y la cotidianidad y su vínculo con el arte: la comida, el ritmo, las palabras. Todo.
Así, Triana y Totó fueron recopilando danzas, cantos y otras expresiones culturales. Y también juntaron anécdotas coloridas que luego relataron: en Altos del Rosario las cantadoras las estaban esperando porque la lectura de cartas de una mujer llamada Agripina había avisado de su llegada; en otra ocasión, tuvieron que buscar un sombrero para convencer a un viejo tamborero que les mostrara cómo tocaba, así como tuvieron que darles ron a las cantadoras para escuchar su voz. Y a través de sus viajes y sus aventuras, Triana y Totó entendieron la importancia de la rumba como categoría investigativa: era en las fiestas y en el desfogue de alegría con el cuerpo y la voz donde habitaba buena parte de las expresiones que estaban buscando.
En 2007, Totó La Momposina habló con Mario Jursich en Culturama sobre la urgencia de evitar que la música folclórica colombiana se volviera una pieza de museo. Ese es uno de los puntos de llegada de sus décadas de investigación: la convicción de mantener viva la tradición y que no se vuelva solamente algo de antaño sino que también fluya con vida, como un río. De todo lo que Totó ha enseñado a Colombia, esta lección puede quedar bien arriba.
Arena, Paula (2007). Culturama [Totó La Momposina]. Bogotá: Video Base; Canal U; Telemedellín; Señal Colombia. Archivo Señal Memoria, BTCX30-009558.
Autor: Santiago Cembrano