O, a todas estas, ¿qué es lo “popular”? ...¿Lo que “todos” entienden? ¿De lo que “todos” gustan? ¿Lo que “todos” consumen?
Cada época y cada contexto perciben problemas diferentes, crisis distintas y demuestran que la idea de cultura es tan rica como indefinible. La radio colombiana ha sido producto de los conceptos de cultura que manejan sus propietarios, programadores, productores y locutores. Algunos hablan de civilización, otros de adelanto y atraso, de desarrollo, saber, clase u origen social; otros de igualdad, esparcimiento y democratización. Cada enfoque determina la manera como se organice la programación y se divulguen los temas, los estilos musicales, la noticias. Además de los intereses políticos o comerciales que pueda tener una emisora, la noción que tenga de “cultura” establece la relación con los oyentes. Informar, formar o entretener, depende de la idea que se tenga de esa noción.
Esto puede mirarse con respeto o con desdén. Puede ser un pretexto para comercializar productos baratos o discursos de fácil y pobre elaboración. En otros casos, lo popular puede ser la puerta para poner al alcance de mucha gente música e información a la que de otro modo no tendría acceso.
Una de las experiencias de “radio popular” que más ha marcado la historia de la radio colombiana y, particularmente capitalina, es la de radio Santafé, emisora pionera que, a pesar de estar por fuera de las grandes cadenas, mantiene una gran audiencia. El 1ro. de abril de 1938 inició labores -aunque había sido fundada desde 1932 por el ingeniero Hernando Bernal como una emisora experimental orientada a la divulgación de la música popular colombiana: inicialmente música del altiplano (por muchos años tuvo espacios musicales en vivo, en cabeza del Maestro Oriol Rangel), y luego música tropical como aquella de “Bovea y sus vallenatos”.
Radio Santafé puede considerarse como una de las emisoras más cercanas a los bogotanos. Muchas de las voces y programas que han nutrido su programación permanecen en la memoria de la audiencia, particularmente porque en su programación lo popular se tradujo en permitir la participación de los oyentes, en transmitir informaciones de interés para la comunidad, y en hacer de la radio un servicio social.
No son pocos los que recuerdan “La hora de los novios” y “Mañanitas colombianas” y a su locutor y presentador Jorge Reyes Corzo (Don Rubi), quien impulsó desde el radioteatro de la emisora a un buen número de grupos musicales; tampoco son pocos los que recuerdan a don Efrén Yepes Lalinde y sus programas “Las voces del recuerdo”, “Hacia una vida mejor “ y “Marinos de Colombia, buen viento y buena mar”; al humorista Humberto Martínez Salcedo y su ácido programa de humor político “El Pereque” (varias veces censurado por los gobiernos del Frente Nacional) , o al periodista Jairo Pulgarín, quien hoy conduce el noticiero matutino.
Lo popular, en Radio Santafé y también en otras emisoras que surgieron a la par, se concibió como aquello que vinculaba a amplias audiencias; para esto se sirvió de la música colombiana (y no solamente la del interior andino), de las noticias que provenían de la vida de los barrios y del campo judicial, como también de informaciones de utilidad para la vida en comunidad. Y, por supuesto, del humor y de la recreación: también muchos de seguro recuerdan la radiocomedia “Hogar, dulce hogar” de emisoras Nuevo Mundo, en la que Víctor Mallarino, que también era uno de los grandes declamadores de poesía erudita y un notable radioactor de piezas clásicas, hacía el papel de maestro Otoniel Contreras.
En el caso de la música colombiana, las emisoras capitalinas tardaron en reconocer otras músicas, distintas a las del altiplano. El ingreso de ritmos como el porro y el vallenato, se dio algunos años después de iniciada la vida radial en Bogotá. En este caso resultó fundamental el impulso que en el interior (Bogotá, Medellín y Cali) le dieron los dueños de clubes como Francisco Echeverry (Pachito E´ché) a las orquestas tropicales como la de Lucho Bermúdez y Pacho Galán. Así mismo, en los años cincuenta, en emisoras como la Voz de la Víctor y en la Radiodifusora Nacional, esta y otras músicas de los litorales fue ingresando lentamente con la iniciativa de locutores y presentadores como el médico y antropólogo Manuel Zapata Olivella, quienes procuraron ampliar el espectro de las músicas populares colombianas, tan ceñido al bambuco y a las demás músicas de cuerda, para permitir el reconocimiento de otras identidades que también hacen parte de la nación.
Hoy el concepto de “popular” sigue siendo complejo y depende desde dónde se defina. Puede considerarse que a mayor audiencia, mayor popularidad. Puede considerarse también que a mayor participación de la comunidad en los micrófonos, mayor popularidad, o que a mayor publicidad, mayor popularidad. Hoy, cuando la identidad de la radio es tan diversa, tristemente en algunos casos la popularidad es también ruido, vulgaridad y repetición.
En el mar de emisoras que habitan el dial, siguen existiendo aquellas que se asumen como servicio social, abiertas a la multiculturalidad y a la pluralidad, y a considerar a la audiencia con respeto y con sentido incluyente. Probablemente eso también sea popular.
1. El maestro Otoniel Contreras, personaje creado por el declamador y locutor Víctor Mallarino en emisoras Nuevo