Ficha Técnica
El 17 de abril de 1996, en Eldorado dos Carajás, Pará, Brasil, 19 campesinos fueron asesinados. Eran del Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (Movimiento de trabajadores rurales sin tierra), reclamaban su acceso a la tierra y a la justicia. Hasta hoy, el crimen sigue impune. En su memoria, el 17 de abril es el Día Internacional de la Lucha Campesina.
Hablar de lucha campesina en nuestro país implica recordar la lucha —hasta ahora infructuosa a pesar de los esfuerzos que tuvieron lugar durante gobiernos como los de López Pumarejo y Lleras Restrepo— por una reforma agraria que distribuya la tierra, en el país más desigual en este aspecto de América Latina.
En Colombia, según Oxfam (Comité de Oxford de Ayuda contra el Hambre), el 1% de las fincas de mayor tamaño tiene en su poder el 81 % de la tierra colombiana. El 19 % de tierra restante se reparte entre el 99% de las fincas. A este problema, que ha sido uno constante a pesar de los cambios sociales que ha vivido el país en el último siglo, se pueden rastrear dinámicas del conflicto armado, despojo y un punto principal del acuerdo de paz de 2016 con las Farc.
Dentro de la lucha campesina por la tierra, un golpe devastador ha sido el desplazamiento forzado. La vida se disloca, el vínculo con el territorio se quiebra y hay que dejarlo todo atrás. Según las Naciones Unidas, Colombia presenta el mayor número de personas desplazadas del mundo, con ocho millones, según lo que indica el Registro de Víctimas, que inició en 1985. En el Día Internacional de la Lucha Campesina, escuchar, por ejemplo, el relato de Magaly Martínez de cómo la violencia la obligó huir de su casa, permite acercarse a esta problemática y comprender por qué este día es fundamental en un país altamente rural como Colombia.
Autor: Santiago Cembrano