Ficha Técnica
Hoy, 17 de julio, es el Día internacional del tatuaje. El nombre probablemente viene de “tátau”, una palabra en samoano que se refiere a marcar o golpear, pues así se introducía la tinta en la piel en una de tantas formas que la humanidad ha encontrado para adornar su cuero.
El tatuaje es una práctica antigua, de hasta cerca de 5.000 años de antigüedad, presente en demasiadas culturas como para enumerarlas todas. Los griegos usaban tatuajes para comunicarse en labores de espionaje; los romanos y los japoneses marcaban a los criminales con tatuajes; los mayas, aztecas e incas también usaban tatuajes en sus rituales. Y hasta en las Cruzadas había tatuajes. Definitivamente la idea de marcar la piel no es nueva.
Si hablamos del tatuaje como lo conocemos en el presente, hay que hablar de la máquina que patentó en 1891, en Nueva York, el artista Samuel O’Reilly, con agujas que penetraban la piel para pigmentarla: la madre de las máquinas que vemos en la actualidad. Hoy la gente se tatúa por todo tipo de razones: por religión, por protección, para mostrar que pertenecen a un grupo, por status, por expresión artística. O por estética: porque es tu cuerpo, se ve bien y ya. Y todavía aplican algunas de las razones clásicas, como la celebración de haber completado un rito de paso.
El tatuaje llegó a Colombia en los años 70. El responsable habría sido Leonardo Ríos, que en los 60, cuando el tatuaje crecía como expresión hippie, vivió en Nueva York y volvió luego a Cali para fundar Leo’s Tattos Studio. En Bogotá, se recuerda a Daniel Severy, el Belga, que fundó Dany Tattoo en el centro, a finales de los 80, como uno de los pioneros. En general, los primeros locales surgieron en el centro de Bogotá, varios de ellos en el centro comercial Vía Libre, en la calle 19.
Al principio, en Colombia los tatuajes pertenecían al margen, a lo subterráneo, a la contracultura, y estaban rodeados de prejuicios. La industria era incipiente y todavía estaba muy cerca de lo artesanal. Con el cambio de siglo, el panorama empezó a abrirse. Con internet, los tatuadores pudieron acceder a más información para profesionalizar su práctica y pulir su talento. La apertura de la información y el paso del tiempo también fueron reduciendo los prejuicios. Y así fue creciendo la oferta en diseños, precios y estilos.
Hoy es normal tener tatuajes o estar rodeado de personas que los tengan. Sea para hacer de tu cuerpo una galería de arte, para recordarte los pilares que impulsan tu vida o porque sí, la carretera está despejada para seguir explorando esta práctica artística milenaria. Recordemos, entonces, cómo hace 25 años tener tatuajes era un motivo de debate fuerte en la sociedad colombiana, y cómo ha cambiado el pensamiento colectivo desde entonces.
Autor: Santiago Cembrano