Luis Mariano Ospina Pérez
Luis Mariano Ospina Pérez fue un empresario, ingeniero y político conservador nacido en Medellín que ocupó la presidencia de la república entre 1946 y 1950. Nació en las entrañas de una familia tradicional paisa en 1891. Hijo de Ana Rosa Pérez y del ingeniero Tulio Ospina, fundador de la Escuela de Minas de Antioquia y sobrino del expresidente Pedro Nel Ospina, provenía de una familia de empresarios antioqueños, vinculada con la política desde la época de la Independencia. Su padre y su tío Pedro Nel introdujeron técnicas de cultivo del café provenientes de Centroamérica. Su abuelo, el abogado Mariano Ospina Rodríguez conspiró contra Bolívar en 1828, fue presidente de la república en 1857 e instituyó, junto con José Eusebio Caro, el Partido Conservador Colombiano. Mariano Ospina contrajo nupcias con Berta Hernández, con quien tuvo cinco hijos. Falleció en Bogotá en 1986 a los 95 años.
En 1908 ingresó a la Escuela de Minas de Antioquia para cursar sus estudios superiores bajo la mentoría de Carlos E. Restrepo y Alejandro López. Dictó cátedras de Estadística, Economía y Administración, áreas de conocimiento que influyeron en su ejercicio político. En 1909 pasó a dirigir el periódico La Joven Antioquia y en 1912, tras graduarse como ingeniero, ingresó a la Universidad de Luisiana, donde obtuvo su título de maestría en producción de azúcar. Posteriormente viajó a Bélgica para cursar estudios de posgrado sobre ferrocarriles y minería. Regresó a Colombia en 1914, en vísperas de la I Guerra Mundial.
En 1915 inició su carrera política al participar en las elecciones para el Concejo Municipal de Medellín. Entre 1917 y 1923 ejerció como diputado dos veces electo en la Asamblea Departamental de Antioquia y promovió la creación de la Secretaría de Agricultura. Desde sus inicios, Ospina se mostró como una figura con suficiente capacidad técnica para sacar adelante proyectos de envergadura. Como superintendente del Ferrocarril de Antioquia, su gestión fue clave para la expansión ferroviaria de la zona cafetera. En 1921, tras la muerte de su padre, ocupó la dirección de la Escuela de Minas y en 1922 volvió a la política como senador por el departamento de Antioquia durante la presidencia de su tío Pedro Nel Ospina. En este periodo promovió el debate sobre la unificación de la deuda externa, lo que llevó a la aprobación de un proyecto de ley sobre el tema. Fue autor del proyecto para crear el Banco Agrícola Hipotecario en 1924 y los Almacenes Generales de Depósito para el Café (Almacafé), gestión que contribuyó a la valorización del grano. Impulsó el proyecto de ley con el que se creó la Caja Agraria, lo que demostró su interés por el campesinado y el desarrollo agrario del país. En 1926 ejerció como ministro de Obras Públicas en la presidencia de Miguel Abadía Méndez. Fue miembro fundador de la Federación Nacional de Cafeteros en 1930, y gerente de la entidad hasta 1934.
En 1946 ganó las elecciones presidenciales, lo que devolvió el poder a los conservadores, por consecuencia de la división del Partido Liberal en los comicios, después de dieciséis años de estar en el poder. Aunque asumió el mandato bajo una consigna de unión nacional que incluyó a sus opositores, la agitación política consecuencia del incremento de la violencia bipartidista alejó a los liberales del Gobierno y fortaleció la presencia de sus opositores. La tensión social desembocó en el Bogotazo, ocurrido el 9 de abril de 1948 tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, una de las coyunturas sociales más complejas en la historia del país pues las agresiones, protestas, saqueos e incendios se extendieron a todo el territorio nacional. En Bogotá, la turba llegó al Palacio de San Carlos para exigir la renuncia de Ospina Pérez, ante lo cual este respondió: «Para la democracia colombiana vale más un presidente muerto, que un presidente fugitivo». Esta frase se le atribuye a su esposa Berta Hernández, quien además de ser su apoyo en momentos difíciles, fue reconocida por su fortaleza de carácter, solidaridad y liderazgo político. Las consecuencias del Bogotazo incrementaron la violencia política y pusieron en riesgo la solidez del Estado, pese a la voluntad expresa del mandatario de promover la unión nacional y de gestionar un gobierno técnico donde el desarrollo en áreas como la agricultura, la infraestructura vial y de manufacturas y las telecomunicaciones, entre otras, fueron pilares de su propuesta.