Ficha Técnica
En la personalidad del inventor del explosivo abundan los contrastes. Creó uno de los instrumentos de muerte más letales de la historia, pero al final de su vida destinó los beneficios económicos de la dinamita a la creación del Premio Nobel, entregado a aquellas personas que se han destacado, gracias a sus aportes al avance de la humanidad, en cinco campos específicos.
La dinamita
Nobel no tenía una personalidad particularmente agradable. Era misógino y recalcitrante. El 6 de mayo de 1867 patentó su obra. Tras un proceso de años, jalonado por ensayos y errores (generalmente fatales), creó un explosivo cuya base era la recién descubierta nitroglicerina. La dinamita se usó por primera vez en 1870 en una bomba y su fabricación industrial le trajo inmensos beneficios a su creador, pero también grandes dilemas de conciencia, cuando Nobel advirtió los efectos de su uso bélico.
En este fragmento sonoro perteneciente al programa La Revista Dominical, transmitido por la emisora HJCK en 1988, el ensayista Andrés Holguín comenta la crisis de conciencia del inventor de la dinamita y cómo esas crisis lo llevaron a la creación del famoso premio.
El testamento
El 27 de noviembre de 1895, en París, consignó su última voluntad con relación a los premios: “Con el total realizable de mis bienes se procederá como se expresa a continuación: El capital se invertirá por mis albaceas en valores seguros, y constituirán un fondo cuyos intereses se distribuirán anualmente en forma de premios a aquellos que, durante el año precedente hayan proporcionado el mayor beneficio a la humanidad”.
Y a continuación, el testamento de Nobel menciona los campos en que aún se entregan cada uno de los premios: física, química, fisiología o medicina, literatura y paz.
Autor: Javier Hernández