Ficha Técnica
El municipio de Turmequé, Boyacá, dio su nombre a nuestro deporte nacional, justamente porque nació allí. Estamos hablando del turmequé o tejo. Así también se llamaba el cacique que gobernaba el territorio antes de la colonización española. Para ser precisos, el tejo es el disco de metal que se utiliza para jugarlo: se lanza el tejo para que entre en la bocina y explote las mechas. Y si nos ponemos profundos, el tejo es parte fundamental de la colombianidad, pues conecta nuestro presente con una historia de muchos siglos.
Hace más de quinientos años empezó el tejo en la región del altiplano cundiboyacense que dominaban los zipas. El sol era adorado y el tejo empezó como una manera de imitarlo, no solo en su forma sino también en su recorrido parabólico. Era la gran estrella que se movía entre las cordilleras cuando salía y cuando se ocultaba. Entonces el disco era de oro y solo lo jugaban los altos jerarcas de la sociedad. Luego se abrió y se popularizó hasta que las canchas de tejo se volvieron un lugar de esparcimiento y socialización, no solo en la región andina sino también en todo el país: un espacio para unirse.
Individual o en equipo. Por diversión o por competencia. Un martes o el fin de semana. En cancha reglamentaria o como se pueda. Es un deporte flexible que se ha ido adaptando. Desde su pasado como un deporte de élite, a veces es visto con suspicacia por la alta sociedad colombiana, quizás porque se asocia con un consumo desaforado de cerveza o con un pasado indígena con el que el país no acaba de reconciliarse del todo, o quizás porque la cultura que se genera desde abajo siempre es mirada con desdén. Sin embargo, entre universitarios, oficinistas y ciudadanos, el tejo es la manera perfecta de divertirse y compartir. Y, para qué negarlo, sí va muy bien con un cajón de pola.
Desde el año 2000, el Senado declaró que el tejo es deporte nacional. Tiene su uniforme y su reglamento. Así lo cuenta Santiago Rivas en el episodio sobre el tejo de Los puros criollos. Rivas va al coliseo de Turmequé, equivalente al Maracaná para los amantes del fútbol, con el objeto de indagar sobre la cancha de arcilla y barro, su extensión de 18 metros de largo y el tejo de 2.5 libras. Desde el lugar de nacimiento del deporte, este programa muestra en qué consiste el deporte, y también todo lo que implica su práctica, más allá de quién gana y quién pierde.
Autor: Santiago Cembrano.