Ficha Técnica
El 20 de octubre de 1873, Popayán vio nacer a uno de los hombres que se convertiría en exponente de la poesía colombiana: Guillermo Valencia Castillo. También se le llamó maestro tanto por sus dotes poéticos como por sus habilidades diplomáticas. Sus inclinaciones literarias y políticas reflejaban una paradoja. Por un lado, seguía la corriente del modernismo, la que buscaba romper con lo tradicional y hacer el arte accesible para todos. Por el otro, pertenecía al Partido Conservador, aquel que ponía a la religión como eje.
Valencia fue director de su partido y diplomático en diferentes países europeos y latinoamericanos. También se postuló en dos oportunidades a la Presidencia de la República. Aunque no logró ser jefe de Estado, cumplió su sueño por medio de su hijo Guillermo León Valencia Muñoz, quien dirigió a Colombia de 1962 a 1966.
En cuanto a su poesía modernista, uno de los legados es su libro Ritos. Allí se encuentran poemas sobre José Asunción Silva, la persona que lo acercó a ese movimiento. También se incluyen alusiones al catolicismo como el profeta Moisés, la Crucifixión y la ceniza, que simboliza el inicio de la Cuaresma. Sus poemas denotan conexiones con sentimientos como la nostalgia, el dolor y la añoranza.
En Señal Memoria conservamos algunas de sus declamaciones. La HJCK transmitió en los años cincuenta la voz de Guillermo Valencia en 1924, cuando recitó Todo es sagrado aquí, un discurso que exaltaba a la Quinta de Bolívar, lugar en el que vivió El Libertador. Igualmente, en el archivo se resguardan otros documentos sonoros relacionados con este poeta. A continuación, se escucha la lectura de unas palabras que Valencia hizo sobre Miguel Antonio Caro, expresidente de la nación y exdirector de la Academia Colombiana de la Lengua. El maestro lo catalogó como “elocuente, discreto, poderoso, suave, fecundo, sutil, docto, ingenioso, incisivo, vehemente, grande y hábil”.
Por: Laura Lucia González
