Ficha Técnica
“En la madrugada del 24 de mayo de 1896, a los treinta años, con un revólver Smith & Wesson, José Asunción Silva se quitó la vida de un tiro en el corazón. Le dejaba a Colombia diez de los poemas más hermosos de la lengua castellana, y a sus acreedores $210.000 de deudas”.
Esta es la introducción del libro Almas en pena, chapolas negras de Fernando Vallejo, un minucioso estudio publicado en 1995 en el que el autor arma un rompecabezas alrededor del infortunio y los descalabros comerciales del poeta. Se constituyó no sólo en una atípica biografía de Silva, sino también en un viaje a la Bogotá de fines del siglo XIX, en vísperas de la guerra de los Mil Días.
En los archivos de Señal Memoria conservamos los cuatro capítulos de la biografía dramatizada del infortunado poeta, la cual lleva simplemente por nombre José Asunción Silva. El cuarto capítulo recrea los minutos finales de su vida, justo antes de su suicidio con un disparo en el corazón. Silva es interpretado por el actor Juan Pablo Rueda.
El domingo 23 de mayo el médico Juan Evangelista Manrique comenta que Silva lo visitó en su consultorio en el que tuvieron la siguiente conversación:
“—Mira esto —me dijo—, yo no puedo seguir viviendo con esta caspa. Esto es repugnante, es horrible. ¿No saben ustedes todavía con qué se cura esta inmundicia? ¿O están esperando a que el químico Pasteur se ocupe de nosotros, y nos enseñe a curarnos?”
Tras esta consulta, refiere el médico la famosa petición de Silva:
“Fue entonces cuando me preguntó si era cierto que la percusión permitía establecer, con cierta exactitud, la forma y las dimensiones del corazón, y me suplicó que hiciera sobre él la demostración. Me presté gustoso a satisfacerlo y con un lápiz dermográfico tracé sobre el pecho del poeta toda la zona mate de la región precordial. Le aseguré que estaba normal ese órgano, y para dar más seguridad a mi afirmación, le dije que la punta del corazón no estaba desviada. Abrió entonces fuertemente los ojos y me preguntó en dónde quedaba la punta del corazón…¡Era nuestra última entrevista!”.
La noche del 23 de mayo de 1896 tuvo lugar en casa de la familia Silva una reunión con amigos para conmemorar un aniversario más de la noche en la que el presidente Mosquera había sido apresado y depuesto de su tercera presidencia, en 1867. Un complot en el que, según datos de Vallejo, la familia Silva participó. El poeta se retiró prematuramente a su cuarto. En adelante, los hechos corresponden al terreno de la especulación.
Vallejo se refiere al hallazgo del cadáver así: “Por la mañana del domingo 24 de mayo, se encontró a Silva muerto entre su cama, abrazado de un revólver de grueso calibre, con la cara sonriente y pálida, una herida en la punta del corazón y junto a la cabecera una novela de D’Annunzio, El triunfo de la muerte”.
Autor: Javier Hernández