Ficha Técnica
La enfermedad de Hansen, mejor conocida como lepra, ha sido un padecimiento marcado por el desconocimiento de su causa, al que se le atribuyen connotaciones religiosas, convirtiéndolo en motivo de rechazo para quienes lo padecen. Es una infección crónica con una posible susceptibilidad genética que, se ha comprobado, solo se transmite por un contacto directo, prolongado y sin tratamiento. Esta enfermedad ha marcado la historia de tres lugares de Colombia: Caño del Loro (Bolívar), Contratación (Santander) y Agua de Dios (Cundinamarca).
El Hospital San Lázaro de la ciudad de Cartagena empezó su construcción en 1592 y abrió sus puertas en 1598. Fue el primer punto donde las autoridades comenzaron a reunir a los leprosos que venían contagiados de España y corrían el riesgo de transmitir la enfermedad a los habitantes del territorio. El hospital fue levantado a partir de los lineamientos de los colonos europeos, que venían lidiando con la lepra desde, al menos, cinco siglos antes del nacimiento de Cristo.
En 1742 y por recomendación del ingeniero militar Antonio de Arévalo y Porras, el leprocomio de San Lázaro se trasladó a Caño del Loro, en Cantera Vieja. Así, llegado el año de 1772, el hospital contaba con un total de 104 pacientes. La historia de Caño del Loro es muy extensa y se caracteriza por las condiciones insalubres en las que vivían sus habitantes y la constante llegada de enfermos de diferentes partes del país, a quienes enviaban a este lugar para que los trataran, por ejemplo, con aceite de chaulmoogra.
Más o menos en paralelo con la historia de Caño del Loro, en 1812, en el municipio de Contratación, ubicado en Santander, y por solicitud de los leprosos de El Curo, se fundó un lazareto. Al igual que en Caño del Loro, las condiciones de insalubridad y precariedad de la población eran aún más agudas, ya que al menos en la costa las autoridades, dada su antigüedad, tenían a su disposición más beneficios. Por el contrario, en Contratación no se realizaron las propuestas de adecuación del pueblo. Hubo que esperar hasta 1910 para fijar los límites territoriales del lazareto (cosa que también se hizo en los casos de Caño del Loro y Agua de Dios). Además, se crearon juzgados, notarías, oficinas de registro de instrumentos públicos y privados… El lugar contó con la acuñación de su propia moneda. En 1913 todos los lazaretos fueron aislados por medio de un cordón sanitario que marginó a los enfermos.
Junto con Caño del Loro y Contratación, Agua de Dios también se convirtió en residencia de los leprosos. Fundado en 1871, a partir de 1890 ninguna persona sana podía entrar en su territorio, así fuese familiar de alguno de los enfermos, a quienes se les prohibía salir sin permiso. En 1901 el asentamiento no solo fue acordonado con alambre de púas, sino que también pasó a ser vigilado por una Policía Nacional Interna conformada por los mismos pacientes, para que nadie entrara o saliera de Agua de Dios.
Este leprocomio ha pasado a la historia como el más conocido. Allí residieron varias personalidades, muchas de las cuales murieron en Agua de Dios: Armando Rodríguez Jiménez, Agustín Álvarez, Leonel Moreno Manrique, José Olimpo Álvarez Sánchez y Jaime Molina Garzón, entre otros. Cabe destacar el nombre del compositor Luis Antonio Calvo, a quien recordamos gracias a los documentos conservados en Señal Memoria, como el siguiente fragmento en el que se refiere a su llegada y estancia en el municipio.
Autora: Valentina Mena