Ficha Técnica
Al hablar de terror es normal referirse a brujas, fantasmas, vampiros, muertos vivientes y, en general, a toda clase de personajes monstruosos y escalofriantes que nos remiten a castillos embrujados, mansiones encantadas y bosques oscuros y tenebrosos. Pero ¿Y si lo terrorífico no solamente estuviera allí?
Para este 31 de octubre Señal Memoria le trae una invitación poco convencional. Así que disfrácese, alístese para salir a pedir dulces e ir de fiesta, y cuando llegue la hora de ver una buena película de miedo y misterio, dese la oportunidad de disfrutar del terror gótico y tropical con La mansión de Araucaíma, que fue estrenada en 1986 y contó con la participación de figuras como Adriana Herrán y Vicky Hernández.
Dirigida por Carlos Mayolo, esta cinta es una adaptación de la novela del mismo nombre escrita por Álvaro Mutis, quien concibió su historia para demostrarle al cineasta Luis Buñuel que sí era posible escribir una obra de terror gótico que estuviese situada en el trópico; un espacio completamente distinto al que caracterizaba a los libros de este género literario, que transcurrían en lugares oscuros, en donde construcciones de estilo gótico —propias del continente europeo— como castillos o catedrales, servían de hogar a seres extraños.
Así, su misteriosa trama, que cuenta la historia de un grupo de personas que viven encerradas con sus pasiones desenfrenadas y sus pensamientos reprimidos en un finca con todo tipo de plantas y animales, demuestra que lo terrorífico en el cine puede verse y experimentarse a través de espacios y personajes diferentes a los convencionales.
Considerada como un filme de culto por su innovadora propuesta de un cine de terror distinto y mucho más cercano a nuestra realidad, La mansión de Araucaíma también fue protagonista de uno de los episodios del magacín cultural Yo me libro. Allí, el escritor Sandro Romero, quien fue asistente de dirección de la película, explicó el proceso de realización y adaptación de esta obra, que aprovechamos para recordar este día de Halloween.
Por: Tomás Mahecha Venegas.