Ficha Técnica
La estatua de San Ignacio de Loyola, que se encuentra en las puertas del templo de Cristo Rey en Pasto, Nariño, es una escultura hecha en mármol ecuatoriano de aproximadamente dos metros de altura, que evoca la figura del fundador de la Compañía de Jesús en 1534, una de las órdenes religiosas más importantes de la Iglesia Católica.
San Ignacio de Loyola fue un sacerdote y teólogo español que dedicó su vida a fomentar la educación, la evangelización, la formación de misioneros que pudieran llevar la fe cristiana a todos los rincones del mundo y a transformar las sociedades a través de obras de justicia social. Estos también se convirtieron en los cuatro pilares fundamentales de los jesuitas, que vivían bajo la idea de servir al dios católico, incluso desde los pequeños actos de la cotidianidad.
En el siguiente fragmento del programa Culturama Regional, se cuenta un poco de la historia de esta particular escultura.
Aparentemente, la sencilla acción de entrega de la estatua, diseñada para su propósito, era aburrida para los habitantes de San Juan, en Pasto; quienes, utilizando el parecido entre Ignacio de Loyola y el líder político Vladimir Ilich Lenin, creían fielmente que Eloy Campos, su creador, había engañado a los jesuitas.
Pero, ¿por qué los habitantes de Pasto llegaron a pensar que aquella estatua era un impostor?
Primero, por su innegable parecido sobre todo en el rostro: las facciones de ambos reflejan la misma expresión. Sin embargo, se diferencian abismalmente en la propia posición del cuerpo. Mientras Vladimir Ilich Lenin, en sus estatuas, refleja poder político, ya que vivía con el propósito de transformar radicalmente la sociedad rusa a través de la revolución socialista, instaurando el comunismo y derrotando el capitalismo. La estatua de Ignacio de Loyola expresa humildad, espiritualidad o compromiso con otros propósitos menos violentos y acordes con la fe, la Iglesia Católica y la educación.
En segundo lugar, respecto a los símbolos que posee la estatua, se creía que la bandera que acompaña a Ignacio de Loyola era de la Revolución rusa y que sus botas de militar no eran congruentes con su propósito, debido a que, en la mayoría de estatuas católicas, los personajes utilizan sandalias. No podemos olvidar que Ignacio de Loyola fue militar de la corte española durante su juventud, allí fue gravemente herido en una batalla en Pamplona contra las tropas francesas. Esto cambia su vida por completo, ya que, durante su retiro, se enamoró de la vida espiritual, encontrando su propósito sirviendo al dios cristiano. Por ello, la bandera que lo acompaña es la de las cruzadas, evocando esa dedicación de Loyola a la lucha espiritual y la defensa de la fe católica, característica que no comparte con Lenin, que era ateo y enemigo de la religión.
Esta leyenda se alimenta de distintas versiones acerca del origen de la estatua, con la que los nariñenses buscan conectar simbólicamente. Edgar Andrés Vallejo Erazo, licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad de Nariño, nos cuenta las tres versiones más interesantes:
La primera afirma que Eloy Campos de Cuenca, Ecuador, era un militante de izquierda (dato no comprobado), quien aprovechando una estatua que ya poseía, entregó a los jesuitas dicha escultura, sin ningún reclamo de su parte.
El segundo relato popular cuenta que la estatua de Lenin, fue encargada por el gobierno cubano, en plena época de la revolución de los años 50, pero al no recibir el dinero correspondiente a la obra, el maestro dictaminó utilizarla para otro fin, entonces transitó a Pasto y los jesuitas pidieron al escultor modificarla. Esta versión fue desmentida por el historiador pastuso Enrique Herrera, entrevistado por Julián Vivas de El Tiempo, que aclara que la obra fue esculpida por Campos en 1948, once años antes de que ocurriera la Revolución cubana. Durante esa época, Fidel Castro apenas comenzaba su carrera política y era miembro de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) de Cuba.
Sin duda, una de las versiones más conocidas de este relato urbano, es que la imagen fue encargada por el grupo guerrillero colombiano M-19 y terminó como acto de protesta simbólica, justo en la entrada del templo de Cristo Rey en San Juan de Pasto, Nariño.
Estas historias han atraído la atención de muchos turistas que viajan encontrando respuestas, esto ha obligado a los jesuitas a desmentir en varias ocasiones estas leyendas urbanas. Esto da cuenta de cómo una escultura se puede convertir en un símbolo de identidad y apropiación cultural, que, pese a no tener trasfondo histórico oficial, es una divertida anécdota con la que los nariñenses pueden hablar de su territorio, su espiritualidad y dialogan con su entorno cotidiano.
Por: Laura Alejandra Santos Álvarez