Ficha Técnica
Son muchas las especies de tortugas que están en riesgo de extinción, nunca está de más enfatizar el peligro que esto implica para el equilibrio ecosistémico y el deterioro de la vida de millones de tortugas alrededor del mundo que subyace a este riesgo. Por esta razón hoy es el Día Mundial de la Tortuga, una fecha para animar a informarse sobre estas especies y los daños y violencias a las que están expuestas.
“¿Usted nunca ha visto una tortuga mocha?”, pregunta a manera de chiste un pescador mientras sostiene al animal amputado para que lo registre la cámara, que minutos antes también registró su captura en esas aguas. El fragmento que aquí presentamos es otra parte del mismo documento y nos permite ver con claridad el miembro amputado. No es posible saber a qué se debe que esta tortuga perdiera su pata, lo que sí podemos afirmar es que los océanos están atiborrados de tortugas en estas condiciones, víctimas de las redes de pesca que las aprisionan.
La organización WWT presentó en 2020 un informe sobre los daños de las redes fantasma a la vida marina, donde las especies más afectadas son de tortugas, sufriendo muertes lentas y dolorosas. Las redes fantasma son en general instrumentos de pesca abandonados. Pero no son los únicos que afectan a las tortugas, existen métodos de pesca que capturan a estos animales como ”efecto colateral”. En este caso el sufrimiento y finalmente la muerte pueden estar causados por la imposibilidad de salir a respirar a la superficie, como lo muestra un estudio de la Fundación Oceanogràfic.
La sostenibilidad de la pesca es lo que demanda la mayor parte de las organizaciones ecologistas, abogan por tratados internacionales y por la cooperación con sectores académicos y empresariales. Obviando el debate de la imposibilidad de actividades realmente sostenibles dentro del capitalismo, desde posturas abolicionistas en el animalismo se plantea la necesidad de pensar alternativas económicas y nutricionales que rechacen la explotación de la vida marina, en vez de esperar que en algún momento su daño deje de existir. Sin embargo, queda en entredicho el reconocimiento del papel cultural y social que la pesca tiene en muchas comunidades y cómo se puede mediar sin desconocerlo.
Igualmente, se ha discutido sobre la necesidad y el límite ético de la intervención humana en los ecosistemas para reducir el sufrimiento y evitar la muerte de animales no humanos. Jorge Richemann, desde una postura ecologista antiespecista, ha señalado que las acciones humanas no logran impactar ni de lejos el sufrimiento que ya está inscrito en la “naturaleza” de los ecosistemas, y que pretender una intervención amplia podría ser contraproducente, por basarse en una imagen todopoderosa de la humanidad y la tecnología, que ha sido más el problema que su solución.
Aun con ello, la diversidad de posiciones en defensa de los animales y los ecosistemas confluyen al afirmar que la reducción y la restitución del impacto negativo de actividades humanas, principalmente económicas, es nuestra responsabilidad.
Por: Camilo Fernández
