Ficha Técnica
La navidad en Colombia sabe a tamal. Es el manjar por excelencia de celebraciones familiares y festividades de fin de año en todo el territorio colombiano, además de ser la fuente de rebusque de muchas familias que año tras año, complacen los paladares ansiosos de los sabores de antaño.
Etimológicamente, tamal proviene del vocablo náhuatl tamalli, que significa envuelto. Por esto, el origen del tamal se asocia comúnmente con los envueltos de maíz propio de los pueblos prehispánicos mesoamericanos. Sin embargo, es más adecuado entender el tamal como un resultado del proceso de mestizaje.
En el territorio colombiano y otras partes de Latinoamérica, es posible que el tamal se originara como un intento de asimilar los nuevos alimentos aportados por la conquista (principalmente carnes) y los aportes de las cocinas indígenas expresados, principalmente, en las formas de preparación, el uso de las hojas como envoltorio y los productos propios del territorio, especialmente el maíz, que enriquecieron y diversifican las recetas, al tiempo que homogeneizaron su presentación.
Historiadores, antropólogos e investigadores no concuerdan en un único país de origen o de dónde a dónde se concretó este proceso de mestizaje a través del platillo, aunque sí registran su existencia desde antaño en países como México, Guatemala, Perú y Venezuela.
En Colombia encontramos otros envueltos que se le asemejan y hacen presencia en la mesa navideña colombiana como la hallaca, que compartimos con Venezuela; el ayaco santandereano, de masa de mazorca y envuelto con sus propias hojas y los pasteles costeños, de masa o arroz.
El Archivo Señal Memoria nos lleva a conocer más sobre el tamal, sus diferentes variedades y su presencia en las navidades colombianas a través de un fragmento del programa Cocina Regional (2001), donde aprenderemos a preparar el “tamal de añejo”, infaltable en las mesas pastusas de fin de año y siempre acompañado por el ají de maní.