5 costumbres que a nuestros jóvenes votantes les parecerán raras, pero fueron de obligatorio cumplimiento cuando se votaba hace más de 30 años.
Aprovechando que se acercan las elecciones, hablaremos de la séptima papeleta y la Constitución de 1991. Queremos contarle a nuestros jóvenes votantes, cómo era eso de votar en una época marcada por las bombas del narcotráfico y la crisis política.
Votos de todos y para todos
En los años 80, cualquier persona podía entregarle en la calle el voto que usted depositaba en la urna. El proselitismo se hacía con pasión y hasta niños podían manejar el material electoral.
Votar en cualquier parte
Hace más de 30 años, los lugares de votación eran largas hileras de casetas, hechas básicamente con 4 palos y teja de zinc. Los pobres jurados eran sometidos a duras pruebas de resistencia cuando el clima jugaba una mala pasada en las jornadas electorales.
Tinta indeleble para todos ¡Qué gran negocio!
A partir de 1931 y en todo momento que hubiera elecciones en Colombia cada mesa de votación debía tener un tarrito con tinta para que los votantes introdujeran su dedo índice. ¿Para qué? Pues para garantizar que usted votó y no volviera a hacerlo ese día. Por 60 años, la tinta indeleble fue la reina en las elecciones y sus fabricantes, los más beneficiados con la circulación de millones de litros de tinta por el territorio nacional.
Curas y monjas se untaban el dedo meñique
Con la constitución anterior “todos” éramos católicos y no tan plurales como ahora. Las únicas comunidades religiosas que tenían validez frente al Estado eran las católicas. Sus miembros eran los únicos votantes que, en vez del dedo índice, introducían el dedo meñique, para evitar las suplantaciones.
La Séptima Papeleta
En las elecciones del 11 de marzo de 1990 se iban a utilizar 6 votos o papeletas para elegir: Senado, Cámara de Representantes, Asamblea Departamental, Juntas Administradoras Locales, Concejo Municipal y Alcaldes. Un movimiento estudiantil propuso incluir un séptimo voto en el que se solicitaría una reforma constitucional mediante la convocatoria de una Asamblea Constituyente. Aunque la papeleta no fue aceptada legalmente, sí se contó de manera extraoficial en las urnas y se reconoció la voluntad popular mayoritaria, validando el voto por parte de la Corte Suprema.
Si usted es de esos jóvenes que no le enseñaron en su colegio o universidad cómo se votaba antes del tarjetón, este es un abrebocas, por lo menos para que el nombre “Séptima papeleta” no le suene raro y conozca de qué sirvió esta iniciativa.
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