El 21 de mayo de 1851 se abolió la esclavitud en Colombia. Por eso, desde 2002 en dicha fecha se celebra el Día de la Afrocolombianidad, una ocasión para reflexionar en torno a la memoria histórica de esta comunidad, a su identidad, sus derechos y su autonomía, aparte de su inmensa contribución cultural a Colombia. El presente artículo explora la diversidad de la afrocolombianidad a través de los casos de Quibdó, capital de Chocó, y San Andrés. Si bien es una solo una palabra, la afrocolombianidad se expresa de múltiples maneras, pues no constituye una única población o apenas unas cuantas costumbres.
La esclavitud se abolió en Colombia el 21 de mayo de 1851, un día como hoy hace 171 años, cuando el presidente José Hilario López sancionó la Ley 21 de mayo de 1851, la cual declaró libres a todos los esclavos que habitaban el territorio de la República. Siglo y medio después, otro día como hoy, el 21 de mayo de 2002, aquel día se constituyó en la fecha para celebrar el Día Nacional de la Afrocolombianidad, a partir de otra ley que definió el momento en el que cada año se invita a rendir un homenaje a ese suceso histórico de libertad. Un día que no es el final del recorrido, sino más bien un punto de partida.
Hoy es el Día de la Afrocolombianidad, el cual abarca la lucha de su comunidad por la libertad y la garantía plena de sus derechos, el rescate de su memoria histórica y la exaltación de su experiencia única, su búsqueda de la autonomía y determinación respecto a cómo vivir y organizarse. Además de su riqueza en materia de música, danza, arte y en general cultura y folclor. Y no sobra volver a destacar que a la hora de hablar de logros nacionales en música y deporte, la huella de los afrocolombianos es enorme. Sin embargo, la fecha va mucho más allá de dicha caracterización.
Desde el reconocimiento nacional de Colombia como el país pluriétnico y multicultural que nació gracias a la Constitución de 1991, han tenido lugar un sinnúmero de conversaciones, pensamientos y debates alrededor de la cuestión del pueblo afrocolombiano. Es posible que ese reconocimiento, así como muchas de las discusiones, no han estado bien enfocados, pero el tema resulta recurrente e ineludible. Hoy sigue siendo urgente. Y lo seguirá siendo mientras los ciudadanos afrocolombianos se vean limitados, en general, a un acceso menor a sus derechos plenos. Así, el Día de la Afrocolombianidad no debe ser pensado solamente como la conmemoración histórica de la abolición de la esclavitud —llamémosla libertad negativa, en cuanto formalmente se alcanzó la libertad legal— sino como una alarma constante que recuerda la imperiosa necesidad de ampliar y fortalecer, en la práctica, una ciudadanía que goce del total acceso a los derechos: una libertad positiva, una estructura que permita ejercer esa ciudadanía, esos derechos, y que no se quede en el estatus legal.
Sin embargo, hasta el momento hemos hablado en este texto de la comunidad o la población afrocolombiana, como si se tratara de un único grupo. La categoría opera, más bien, como un gran paraguas que acoge distintas comunidades afrocolombianas, distintas formas de afrocolombianidad. En este día acerquémonos pues a dos de ellas que revelan las diferencias en su interior y que muestran por qué para garantizar la ciudadanía plena y el acceso a los derechos de los que hablábamos, se deben entender los distintos contextos y situaciones y no actuar como si se tratara de una homogeneidad.
Chocó, un departamento con una gran población afrocolombiana (90%), es también uno de los más pobres de Colombia. Probablemente no se trata de una coincidencia, sino de un ejemplo de la exclusión histórica que han sufrido los afrocolombianos, aun después de la liberación de 1851. En la Colonia Chocó fue un territorio con un gran potencial aurífero y por eso llegaron miles de esclavos. La riqueza que produce y ha producido y la pobreza que padece, no entrañan una contradicción, sino la consecuencia lógica de un proceso. La violencia y el desplazamiento forzados han traído al litoral Pacífico grandes problemas en los últimos treinta años.
En Quibdó se realiza cada año San Pacho, en honor a San Francisco de Asís, una fiesta que muestra la relación cercana que la población mantiene con el santo, un vehículo para la expresión de agravios, de la mano del baile, la fiesta y las comparsas. Así lo registró la serie Yuruparí, un retrato de la experiencia afrocolombiana en aquellos parajes:
Triana Varón, Gloria (1983). Yuruparí [San Pacho, un santo blanco para un pueblo negro]. Quibdó: Audiovisuales / FOCINE. Archivo Señal Memoria, C1P-242900.
En San Andrés y Providencia también hay una gran comunidad afro, pero su historia es distinta. Más cerca de Nicaragua que del territorio continental colombiano, el archipiélago ha sufrido la exclusión al estar simbólica y físicamente lejos del centro de Colombia. Su pueblo raizal tiene su propia lengua, una gastronomía particular, y ha pasado por experiencias distintas. Su origen étnico mezcla lo anglo, lo afro y lo caribeño, y pasa por el mestizaje de europeos, africanos e indígenas. Es tierra con leyendas de piratas, de colonos ingleses cuya historia todavía está presente en los apellidos de los isleños y en el contacto estrecho con el resto del Caribe insular. Y aunque hace parte del Caribe colombiano, lo que pasa en San Andrés es diferente de lo que sucede en el Caribe continental, donde la experiencia afrocolombiana es otra.
El documental San Andrés: las islas de los colores se acerca a las particularidades del lugar, a su arquitectura, a su gastronomía, a sus costumbres.
San Andrés: Las islas de colores. San Andrés. Archivo Señal Memoria, UMT-200904.
Es una muestra más de la tesis de este artículo, que defiende la totalidad y variedad de las experiencias que hay en el interior de lo que llamamos población afrocolombiana. Algo importante para recordar en este día.
Autor: Santiago Cembrano