Hace cincuenta años un excéntrico judío nacido en Nueva York dio a Estados Unidos el primer y único título mundial de ajedrez. Pero no fue cualquier título, pues venció al consentido del Kremlin, Boris Spasski. La Guerra Fría no solo fue una carrera armamentista y una lucha por la conquista del espacio, sino también un combate intelectual que tuvo por objeto demostrar cuál de los dos sistemas estaba en capacidad de educar de la mejor manera a sus ciudadanos, combate que de una u otra manera se reflejó en la práctica del ajedrez.
La Guerra Fría, como muchos historiadores la han considerado, fue una guerra entre dos sistemas opuestos que abarcó la política, la economía e incluso la esfera deportiva. Durante casi dos meses, tiempo que duró el encuentro de Boris Spassky y Bobby Fischer, las superpotencias trasladaron su confrontación a un tablero de ajedrez.
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Era un juego dominado por los soviéticos que, sin embargo, no tenía mayor visibilidad mediática. Fue en 1972 cuando un norteamericano excéntrico y genial llamado Bobby Fischer, que los medios vieron en el ajedrez un deporte en capacidad de acaparar el interés general.
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El gran “match” como fue denominado el enfrentamiento entre ambas personalidades, convocó a dos jugadores antagónicos en todo sentido. Por un lado, un soviético cordial y diplomático. Y por otro un estadounidense proclive a los desplantes.
RTVC Sistema de Medios Públicos. 2008. (productor). Andres Salcedo (director). Señal Deportes - Today in Replay [Fragmento]. Archivo Señal Memoria, DV-263400.
La partida empezó favoreciendo a Spassky. Tanto en el primer juego como en el segundo, Fischer hizo gala de sus excentricidades y perdió el primero por un error y el segundo debido a su inasistencia, pues se negó a jugar en la sala porque esta no cumplía sus exigencias.
Henry Kissinger y Richard Nixon se vieron obligados a llamar por teléfono a Fischer con el propósito de convencerlo. El país entero quería derrotar a los rusos, le dijeron, y “tú eres nuestro hombre contra los rojos”. Tales palabras y una buena suma de dinero lo persuadieron de continuar la partida.
A su regreso, el tercer juego fue para Fischer, cuyo despliegue en el tablero no pudo contrarrestar Spassky. En adelante el soviético fue apabullado, a tal punto que en el Kremlin llegaron a sospechar que había algún tipo de manipulación por parte de la CIA.
En el juego decimoprimero Spassky quiso reaccionar, pero sus intentos fueron inútiles. En ese punto ya Fischer llevaba la ventaja y en el juego vigésimo primero conquistó el triunfo, para el mundo capitalista, del primer campeonato de ajedrez.
Para Spassky, ser derrotado a manos de un representante del imperialismo significó, más allá de perder la hegemonía en el ajedrez, un fracasó que llevó al Kremlin a sospechar del mismo jugador, a quien la Federación Internacional retiró la confianza que había depositado en él. A tal punto que años más tarde adoptó la nacionalidad francesa, aduciendo las "evidentes pruebas de hostilidad hacia mi persona", como lo afirmó en varias entrevistas.
A pesar de su superioridad incontestable, Fischer perdió la defensa del título años más tarde, después de que la Federación Internacional rechazara su larga lista de condiciones (algunas francamente ridículas) para participar en la final de 1975.
La revancha
Si había algo que apasionara a Fischer tanto como el ajedrez, era el dinero. Con tres millones de dólares para el ganador y uno para el perdedor, el norteamericano aceptó jugar con Spassky una revancha en Yugoslavia. Aunque volvió a ganar, el haber ido a ese país sancionado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos, lo convirtió en prófugo de la justicia.
En calidad de tal, Fischer viajó a Japón como asilado y en su intento de volver a California estuvo a punto de ser extraditado, pues pretendió desplazarse con un pasaporte vencido. Sin embargo, en un gesto de reconocimiento, el gobierno de Islandia le concedió la ciudadanía en 2005, y en ese país murió.
Recordar cincuenta años después del gran match, no solo es recordar las jugadas maravillosas que se hicieron a lo largo de veintiún juegos, sino también rememorar la vida de dos de los jugadores de ajedrez más influyentes de la historia, así como los intereses de las dos potencias que se disputaron el control del orden mundial. Señal Memoria trae un fragmento de lo que significó este match, en la voz de Andrés Salcedo y los comentarios del canciller Augusto Ramírez Ocampo.
Instituto Nacional de Radio y Televisión - Inravisión. 1992. (productor). Andres Salcedo (director). Grand prix : [Especial de fin de año 1992]. Archivo Señal Memoria, UMT-207825.
Datos curiosos
Bobby Fischer falleció a los 64 años, el mismo número de cuadros que tiene un tablero de ajedrez. Quizás como él mismo afirmó, “estaba destinado al ajedrez”.
Spassky y Fischer, antes del encuentro de 1972, se habían enfrentado cinco veces, de las cuales tres fueron victorias para Spassky y dos terminaron en tablas.
Fischer fue el ajedrecista más joven en obtener el título de Gran Maestro Internacional.
Una de las películas más icónicas de la saga de James Bond, Desde Rusia con amor, reproduce una partida que jugaron Spassky y su compatriota David Bronstein, en 1968. Ganó Spassky.
El encuentro entre Fischer y Spassky ha inspirado numerosas series de televisión, películas, documentales e incluso obras de teatro, como la denominada Ravens, presentada recientemente en Londres.
En 1977 Fischer dejó de pagar impuestos federales, pues consideraba que haber enfrentado y superado a los rusos, fue un “servicio a los intereses de la nación y el mundo.”
En Colombia hay una gran variedad de clubes de ajedrez, como el Club de Ajedrez Lasker, en el centro de Bogotá, el segundo más antiguo de Latinoamérica, fundado en 1972, donde se dan cita excepcionales jugadores de antaño e historias de la Bogotá antigua.
Las universidades colombianas también han tomado muy en serio el papel del ajedrez como parte de sus programas académicos. Gregorio Rey, campeón nacional, profesor y entrenador, ve en el juego una oportunidad para desarrollar habilidades que muchas personas tienen pero que pocos ven.
Autor: Hugo Fernando Guerra Urrego
