Por:José Perilla
La muerte de Guillermo Buitrago en 1949, y la de Julio Torres en enero de 1950, se ubican en un momento coyuntural para la música popular del Caribe colombiano. Finalizaba una década en la que varios géneros musicales arraigados en “la costa” lograron captar más seguidores a nivel nacional y empezaron a proyectarse en el entorno internacional.
Es bueno recordar el viaje de Lucho Bermúdez a Argentina en 1946 para grabar sus canciones con la voz de Matilde Díaz. Esto sucedió sobre la base de los logros que algunos años antes, allá en Buenos Aires, alcanzaron Efraín Orozco con la Orquesta de las Américas y Eduardo Armani. Este último, con un repertorio que incluyó canciones compuestas por Milciades Garavito Wheeler, pionero del estilo denominado “rumba criolla”, el cual se generó en el interior colombiano durante los años treinta. Esto, como resultado de los primeros influjos musicales del Caribe y su fusión con el sentir bambuquero.
De manera que es un proceso de idas y vueltas en el que Buitrago, cienaguero, y Julio Torres, bogotano, confluyeron también para conformar un estilo musical uniforme. Fue el mismo, o al menos muy cercano al que tuvieron “Bovea y sus vallenatos”, “Los trovadores de Barú”, “Los vallenatos del Magdalena” (con Aníbal Velásquez), “Butraguito”, Noel Petro y otros tantos. Todos juntos se encargaron de configurar un tipo de repertorio que, poco a poco, con el paso del tiempo, se fue decantando en el gusto nostálgico que propician los días en torno al fin de año.
Allí está la notable presencia de canciones relacionadas directamente con el tema como “Regalito de Navidad” (voz de “Buitraguito”) o “La víspera de año nuevo” (voz de Buitrago). Pero, por compartir ese estilo musical, otras de sus canciones con diversos temas encajan a la perfección: “La piña madura”, “Los camarones”, “Aguacero”…