Muchos connacionales puede que desconozcan las monumentales esculturas de Édgar Negret o las pinturas tridimensionales de Omar Rayo; pero, indiscutiblemente, cualquier persona, por más desconocedora de temas artísticos que sea, rápidamente podría reconocer una pintura o escultura de Fernando Botero. Gordas para algunos, voluminosas para otros, las obras del maestro antioqueño son un ícono de identidad nacional, al punto de consagrar a su realizador como el artista colombiano más importante de todos los tiempos.
Fernando Botero es considerado, por sus biógrafos y discípulos, el máximo artista colombiano. Es el único pintor y escultor nacional que ha sido mencionado profusamente en la historia del arte internacional, reseñando su extensa producción en una robusta bibliografía, y a través de la divulgación y exhibición de su obra en los museos más importantes del mundo.
Su arrollador éxito, que llegó durante la década del setenta, ha opacado su temprana genialidad, evidente en hechos de gran impacto en su carrera, como la obtención del segundo premio del Salón Nacional a los diecinueve años (1951), el primer premio a los veintiséis años (1958) y el ingreso a los veintinueve (1962) a la colección de arte contemporáneo más importante del mundo: el MoMA.
Solo el ojo agudo de una mujer como Marta Traba, de la que se cumplen cuarenta años de fallecimiento, pudo anticipar el fenómeno pictórico y escultórico en el que se convertiría el medellinense nacido el 19 de abril de 1932. Así lo deja ver el documental fílmico de la Radiotelevisora Nacional de Colombia, Distorsión de la realidad: Botero, con comentarios de la crítica de arte.
González Moreno, Álvaro (director). Distorsión de la realidad: Botero. Colombia: Radiotelevisora Nacional de Colombia. Archivo Señal Memoria, F16mm-800217.
Durante estos años de exploración, Botero logró viajar a Madrid, París y luego a México, donde se trasladó con su entonces esposa Gloria Zea, una reconocida gestora cultural y coleccionista que estuvo al frente del arte contemporáneo colombiano desde la dirección del Museo de Arte Moderno de Bogotá.
De su paso por Madrid se destaca la admiración que le causó la obra de Velásquez, así como ocurrió en París con Leonardo da Vinci y en México con los muralistas. De todos estos artistas Botero aprendió hasta consolidar su propio estilo, marcado por el volumen, el color y lo popular. Estas peculiaridades de su obra, así como su sello personal fueron registrados en la serie documental Parte del arte.
Mejía, Elvia Beatriz (realizadora). (1992). Parte del arte: La nueva figuración. Bogotá: Audiovisuales (Compañía de Informaciones Audiovisuales). Archivo Señal Memoria, C1P-243427.
En 1974, Botero ya empezaba a ser reconocido como un artista internacional, pero tuvo que padecer el trágico suceso de su hijo Pedrito, quien perdió la vida, con tan solo cuatro años, en un accidente automovilístico cuando el pintor antioqueño y su entonces segunda esposa, Cecilia Zambrano, viajaban en carro entre Sevilla y Córdoba. El duelo lo vivió Botero encerrado en su estudio de París, retratando la figura de su menor hasta que concluyó la pintura Pedrito a Caballo, obra que luego el maestro donaría al Museo de Antioquia.
Curiosamente Botero rechazó años después la solicitud que le hizo la mecenas de arte caleña Soffy Arboleda para que donara a la capital vallecaucana una escultura de Pedrito, pero generosamente donó un número importante de sus obras al Museo de Antioquia, al Banco de la República y al Museo Nacional.
La colección del Museo de Antioquia se compone de 189 obras donadas en 1974 y 2012, las cuales se exhiben en el último piso del museo en una gran exposición denominada Botero 90 años. Pero si esta colección es invaluable, la que posee el Banco de la República es mucho más rica en términos patrimoniales, pues Botero no solo les donó 123 obras de su autoría, sino que, además, les cedió parte de su colección privada de artistas internacionales, razón por la cual Bogotá posee obras de Miró, Picasso, entre otros artistas de renombre global. Así lo registró el magacín La cultura viva.
Silva Vargas, Vicente (director) (2005). La cultura viva. [Museo Botero]. Bogotá: RTVC Sistema de Medios Públicos. Archivo Señal Memoria, BTCX30-006324.
El éxito mundial de Botero fue contundente cuando sus obras llegaron a la Quinta Avenida de Nueva York, al Paseo del Prado de Madrid y, por supuesto, a los Campos Elíseos de París. La colección del Noticiero de las 7, perteneciente al Archivo Señal Memoria, conserva los pregrabados de cuando las imponentes esculturas de Botero llegaron al corazón de la cultura francesa.
[Fernando Botero: exposición de los Campos Elíseos]. (1992). París: Programar Televisión. Archivo Señal Memoria, BTCX60-065670.
Este reconocimiento internacional lo convirtió ya no en un pintor y escultor antioqueño o colombiano, sino en un artista global. Hoy, que Colombia y el mundo lo despide con sentidos homenajes, no queda más que recordar que Botero hace décadas entró al panteón de los inmortales. Junto a todos esos artistas europeos y latinoamericanos que admiró y siguió, Botero se consagra con su obra como una eterna e inolvidable figura.