La figura del general Francisco de Paula Santander ha sido percibida en la historia de Colombia desde dos orillas contrapuestas. O bien se toma su obra como un gran legado que permitió la construcción de la nación. O bien como un gran fiasco que involucra su vida personal.
El estigma
Utilizar el término “santanderista” para referirse a un proceso o a una figura pública colombiana es algo que se asume muchas veces como un insulto, cosa que aflora en libros, medios de comunicación, intervenciones de académicos y analistas, redes sociales, pronunciamientos de mandatarios de otros países que achacan a Santander males propios y ajenos. Todo lo anterior basándose en las diferencias que tuvieron el Libertador y el Hombre de las leyes.
Diana Uribe señala: “Se dice entonces que somos santanderistas por el énfasis en las leyes que ha tenido nuestro Estado”. No obstante, para los detractores, el término es peyorativo ya que por el mismo respeto a la ley abundan en Colombia decretos, providencias, leyes, reformas a la justicia, códigos que llevan a que muchas veces el Estado colombiano sea paquidérmico en su actuar.
La tendencia política de corte liberal que caracterizó a Santander, que concebía un Estado fuerte aunque no en manos de un solo gobernante, lo hizo merecedor de las malquerencias de los partidarios de Bolívar, incluso después de la muerte del Libertador.
El origen
Gran parte de esa animadversión surgió a lo largo del siglo XIX, recién se comenzó a historiar el proceso repúblicano de nuestro país y de los otros Estados que lo integraron: Venezuela y Ecuador. Las versiones que circularon hicieron parte de quien las escribió y los intereses que perseguía para justificar ese punto de vista. Desde mediados del siglo XIX, diversos autores acentuaron las diferencias entre Bolívar y Santander, basándose en correspondencia, conjeturas y testimonios de oídas de quienes estuvieron cerca de los dos hombres más importantes de la Nueva Granada: Santander el administrador y Bolívar el ejecutor.
Tales diferencias se acrecentaron desde el mismo momento en que se consolidó la independencia de la Nueva Granada. El fusilamiento de los prisioneros de la batalla de Boyacá fue una de las primeras piedras sobre las que se construyó la leyenda negra en torno a Santander. Este y algunos otros episodios posteriores se pueden documentar, por lo menos de manera ficcionada, gracias al Archivo Señal Memoria y a la restauración y conservación de una serie como Bolívar, el hombre de las dificultades, que pertenece a Revivamos Nuestra Historia.
El gobierno encargado de Santander
Tras la batalla de Boyacá, Santander quedó a cargo del gobierno de la Nueva Granada. Bolívar parte a consolidar la independencia en otras regiones de la naciente república. La labor del vicepresidente se encamina a imponer el orden en los territorios, administrar justicia y conseguir y enviar recursos a las tropas. En esas circunstancias surgen nuevas desavenencias y descontentos. Crece la deuda externa debido a los famosos empréstitos con casas inglesas y los mismos prestamistas locales.
El manejo de tales recursos, ampliamente detallado en la obra El régimen de Santander en la Gran Colombia de David Bushnell, levanta suspicacias en sectores afectos a Bolívar, suspicacias que se basaron en la manera en la que se consiguieron dichos préstamos y se repartieron los recursos entre los amigos del vicepresidente, según algunos testimonios. El fantasma persiguió a Santander hasta su segundo mandato, el cual transcurrió entre 1832 y 1837.
La serie Vidas encontradas: Mosquera y Obando aborda ese fantasma en la escena en las que están presentes el presidente Santander y José Ignacio de Márquez. Se perciben las molestias que generan las diferentes versiones de prensa que surgieron sobre el dudoso manejo de los dineros.
Rangel Rengifo, Jorge (Productor). Triana, Jorge Alí (Director). (1983). Vidas encontradas: Mosquera y Obando. [Serie histórica] [Capítulo XV- Los vaivenes de la política]. Colombia: Producciones Eduardo Lemaitre. Archivo Señal Memoria, UMT 216628
La conspiración de Sardá
De la misma manera, acrecentó su fama de sanguinario y despótico con la muerte en extrañas circunstancias de José Sardá, oficial español afecto al sector bolivariano que se levantó en armas contra el gobierno de Santander.
Del desenlace de esa conspiración y sus consecuencias en el gobierno da muestra la miniserie en cuatro capítulos La conspiración de Sardá, emitida en 2001 por Señal Colombia. Aquí dos fragmentos. En el primero se ordena la persecución del insurrecto y el peligro que implica en la vida republicana generar el descontento de la Iglesia.
Guzmán, Yolanda (Productor). García Jiménez, Luis Alberto (Director). (2001). La Conspiración de Sardá. [Serie histórica] [El Final : Capítulo 04 ]. Colombia: Señal Colombia. Archivo Señal Memoria, BTCX60-051472
En el otro fragmento del cuarto capítulo de la miniserie tenemos a un Santander interpretado por Waldo Urrego, lidiando con las consecuencias del asesinato de Sardá. Respalda al oficial del ejército que lo asesinó. No obstante, pone por encima el respeto a la ley, uno de los ejes fundamentales de su vida política.
Guzmán, Yolanda (Productor). García Jiménez, Luis Alberto (Director). (2001). La Conspiración de Sardá. [Serie histórica] [El Final : Capítulo 04 ]. Colombia: Señal Colombia. Archivo Señal Memoria, BTCX60-051472
Otros aspectos de la leyenda negra
Hubo otros motivos, esgrimidos en el siglo XIX al momento de alimentar la animadversión hacia Santander y su actuar político. Figuras como Laureano Gómez o Fernando González muestran en sus obras el largo memorial de agravios del Hombre de las leyes en contra del país: su papel en la Conspiración septembrina en 1828; la manera en la que obtuvo la Hacienda Hato Grande, hoy residencia campestre de los presidentes; el hecho de abogar por una educación pública y laica en contra de los intereses de la Iglesia; la presencia de la obra de Jeremy Bentham en el pensamiento y la legislación económica de su gobierno, y su relación con Nicolasa Ibáñez.
No obstante la cantidad de vituperios formulados contra Santander, cabe destacar que el Hombre de las Leyes, nacido en Villa del Rosario el 2 de abril de 1792, fue el artífice de la normatividad que rigió los destinos de la naciente república. Su importancia llega a la actualidad, más allá del uso peyorativo del término “santanderista”. Sentó las bases que se han destruído y vuelto a construir y nuevamente destruído, las cuales aseguran que lo primordial es el imperio de la ley.
Autor: Javier Hernández