Gloria Triana y su serie de Yuruparí | Señal Memoria

La incansable Gloria Triana
Publicado el Vie, 04/02/2022 - 08:21 CULTURA Y SOCIEDAD
La incansable Gloria Triana

A Gloria Triana la llamaban “La incansable”. Podía estar de fiesta a las dos de la madrugada, irse a dormir, y despertar a trabajar a las cinco de la mañana. Estudió Sociología en la Universidad Nacional en la década de 1960 y Fals Borda y Camilo Torres fueron sus maestros. Siendo profesora de Antropología se acercó a la imagen como método, lo que sumado a su conocimiento de la cultura popular colombiana adquirido en sus viajes a lo largo y ancho del país, cristalizó en Yuruparí. Esta serie capturó nuestras fiestas y transformó la televisión cultural confiriéndole un registro híbrido, a medio camino entre el cine y la antropología.

 

El pintor Jorge Elías Triana estudiaba música y dibujo en el Conservatorio de Ibagué cuando conoció a Aurora Varón. Él tenía 19 años y la joven tolimense 15 cuando se casaron a escondidas, en 1939. En 1940 nació su primera hija, Gloria. Pronto llegaron Jorge Alí y Amparo. La vocación artística del padre y la disciplina férrea de la madre marcaron el rumbo de los Triana, les indicaron un camino. Jorge Alí se convirtió en un director fundamental en el cine, la televisión y el teatro colombianos. Pero es la vida de su hermana mayor la que nos ocupa hoy.

Gloria Triana nació el 4 de febrero, un día como hoy, de 1940. La arquitectura, la actuación y el baile en algún momento fueron posibles proyectos en su vida. Sin embargo, estudió Sociología en la Universidad Nacional en los años 60, una época vibrante, con maestros como Orlando Fals Borda, Camilo Torres y Virginia Gutiérrez de Pineda, y un contexto de utopías, sueños, luchas sociales y creatividad. El movimiento de liberación femenina, la Revolución cubana, el amor libre y Mayo del 68, fueron dinámicas que rodearon la formación intelectual de Triana, y que al tiempo con las clases y los maestros, le enseñaron el papel de transformación social que debían cumplir los científicos sociales y demás intelectuales. Sin embargo, nunca militó en ningún movimiento y siempre tomó distancia de los dogmas y los fundamentalismos.

A los 26 años se hizo profesora de Antropología en su alma mater. Y de esta manera empezó a acercarse a la imagen, a indagar el papel de la misma en la investigación social, así como a entender su poder narrativo y conceptual. Los trabajos de Margaret Mead y Jean Roux la inspiraron, así como el seminario de los sábados de documental etnográfico, el cual siempre estaba lleno (aunque la asistencia fuera voluntaria), cosa que confirmó en ella que debía seguir explorando esa senda y vincularla con su inquietud principal: entender las distintas formas de vida que hay en Colombia, reflexionar en torno a las mismas. O sea, hacer antropología. Y hacerla desde un lente, desde el trabajo de campo, desde la fiesta, desde todas a la vez.

Fue investigadora del Instituto de Ciencias Naturales y trabajó con Colcultura. Viajó por el país y se adentró en el folclor nacional, con sus fiestas, canciones y bailes. Se embarcó con Totó la Momposina y también viajó a Estocolmo para acompañar a Gabriel García Márquez a recibir en 1982 el Premio Nobel de Literatura, pues Gloria Triana fue la persona que coordinó la muestra cultural de Colombia que se hizo presente en la ceremonia. Así aprendía: yendo a los lugares, observando, preguntando. Así conoció a los Puinave, del río Inírida. Y así conoció la leyenda de Yuruparí: el principio de la vida, la fuerza cósmica que armoniza el mundo, la fuente de la música, la sexualidad, la sabiduría, el todo. De ahí el nombre con el que bautizó la serie documental, financiada por FOCINE y que desde 1983 hasta 1987 registró la cultura popular colombiana.

En 1991, en entrevista con Bernardo Hoyos en el programa Esta es su vida, Triana explicó cómo empezó a adentrarse en el cine y cómo entendió su potencia al momento de explicar temas antropológicos complejos:

 

Hoyos Pérez, Bernardo (1991). Esta es su vida [Gloria Triana, antropóloga y documentalista]. Bogotá: Inravisión. Archivo Señal Memoria, C1P-241258. 

 

Cada sábado en la noche se transmitía un nuevo episodio de Yuruparí. La historia de los gaiteros de San Jacinto, las cuadrillas de San Martín, el festival de San Pacho y el Carnaval de Negros y Blancos, fueron algunas de las manifestaciones que la serie abordó. Tales expresiones culturales ya eran conocidas por Triana y por eso las asumió sin un guion determinado. Lo importante era ampliar el concepto de lo que era ser colombiano, lo que sin duda allanó el camino para el reconocimiento constitucional de la nación pluriétnica y multicultural que llegó en 1991. En tal resultado jugó un papel decisivo esa mirada a las fiestas, espacios y momentos en los que se manifiestan la cultura y el patrimonio, la tradición oral, la música, la cosmología.

En las grabaciones de Yuruparí, su realizadora dejó muy bien justificado su apodo: “La incansable Gloria Triana”. Como lo cuenta Ángela María Molina en el texto que acompañó el galardón del Premio Nacional Vida y Obra que Triana recibió en 2015, Triana solía avisar, en plena fiesta en mitad de madrugada, no importa el lugar donde se estuviera rodando la serie, que a las cinco de la mañana empezaba la jornada de grabación. No era broma. A esa hora ya estaba lista para comenzar a trabajar. La misma firmeza para la rumba la aplicaba en las grabaciones. Era como la combinación de sus padres: la vocación artística sumada a la disciplina. Así se acercaba a Yuruparí y a todos los aspectos de su vida.

En Yuruparí cristalizaron los intereses y las líneas de investigación que Triana venía trabajando desde hacía décadas. Fue la ocasión ideal para establecer un vínculo entre cultura popular y medios de comunicación que permitiera representar esta cultura, registrarla, promoverla e impulsar una expresión distinta, más crítica y profunda, de la identidad nacional. A su vez, se trató de una serie que no estuvo exenta de críticas provenientes tanto de la orilla del cine, como de la antropología. Tenía sentido, pues la propuesta era transgresora con relación a ambas disciplinas. Y así era como Triana lo quería, pues su lenguaje era el de los híbridos, combinando el cine, la antropología y el documental con una perspectiva optimista que buscaba celebrar antes que lamentar. La serie marcó la memoria colectiva de los colombianos y sin duda influyó en la creación de nuevos lenguajes audiovisuales. La televisión cultural de Colombia cambió y avanzó gracias a la obra de Gloria Triana.

La mayoría de episodios de Yuruparí están disponibles en RTVC Play luego de su restauración. ¿Quién mejor que Gloria Triana para convencer a alguien que no haya visto la serie, de dejarlo todo y correr a sumergirse en sus imágenes?

 

Gloria Triana invita a los Colombianos a ver “Yuruparí”. Bogotá: Inravisión. Archivo Señal Memoria, UMT-200159 CORTE 1. 

 

Vinieron años de trabajo en Colcultura, la Embajada en Venezuela, la Cancillería y el Instituto Distrital de Cultura. Desde cada uno de esos lugares Triana continuó su misión. Fue Embajadora en El Salvador. Y aunque se jubiló, no pararon ni la fiesta ni el trabajo. Sigue siendo “La incansable Gloria Triana”, la que vive a partir de la vitalidad que encuentra en la cultura popular colombiana. Feliz cumpleaños, Gloria. Y muchas gracias.

 

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Autor: Santiago Cembrano

 

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Fecha de publicación original Vie, 04/02/2022 - 08:21